Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Pasarela Moncloa

Esperamos que concluido el desfile del primer consejo de ministros/as se pongan el mono de trabajo

Los miembros del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez desfilaron, como es costumbre, al iniciarse el primer consejo de ministros –y ministras como subrayaron algunas a tomar posesión de su cargo– luciendo sus atuendos más elegantes, dignos de la magna ocasión. La mayoría femenina del gabinete hizo que el desfile adquiriera un brillo especial que es de agradecer, por ser símbolo de la mujer ocupando puestos importantes no sólo en la sociedad, sino en la política española. No para convertirse en floreros decorativos –como diría un machista–, sino para tomar decisiones que influirán en la vida de los ciudadanos.

Pero agradeciendo que los miembros y miembras –no la olvidamos, señora Montero– vistan elegantemente, desechando aquellos vaqueros rotos que lució el hoy olvidado Pablo Iglesias, hay que pedirles que metafóricamente se pongan pronto el mono de trabajo para abordar los acuciantes problemas del país y hasta de la propia democracia. Hagan caso a lo que les pide su presidente en la epístola, incluso cuando les exige que sean fieles al cumplimiento de su palabra, a pesar de que él es el ejemplo más palmario de todo lo contrario. En todo caso no vayan a reducir esa obediencia a lo prometido a Puigdemont y al resto de independentistas, gracias a los cuales han podido desfilar por la pasarela de la Moncloa. Porque pese a que la sombra del prófugo de Waterloo es alargada y se proyectará sobre ustedes en esta legislatura prorrogada, deben tener en cuenta que aunque sea don Carles quien puede dejarles cesantes, mientras estén en el cargo se deben a todos los españolitos, incluso a la mitad de los habitantes de la nación a los que llaman fachas y otros epítetos, como recordaba un viejo socialista, el señor Guerra, para quién la amnistía, por ejemplo –como para todos los españoles–, sólo es parte del pago de los siete votos que les permiten a ellas mostrar la variedad de su armario y a ellos sus corbatas y sus trajes de marca cuando tengan que firmar algo que, por casualidad, interese a la mayoría y no sea sólo parte de la gabela a pagar a la alta burguesía catalana o a los delincuentes supremacistas que, según su jefe, no cometieron ningún delito, aunque todos ellos están dispuestos a repetirlos, mientras estén sus señorías desfilando por la pasarela de la Moncloa.

En fin, el veterano columnista que ha visto pasar tantos gobiernos y tantos desfiles de señores y señoras –nunca en la proporción de ahora que aplaudimos por su valor estético y por justicia al papel de la mujer en las altas responsabilidades– no le queda más que desearles a todos y todas –no sé si hay todes en el gabinete– la mejor de las suertes, esperando sean capaces de repartirlas con el resto de los españolitos, hayan leído o no a Machado.

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