Peor que tragar un sapo

Los socialistas tragan a cambio de un poder que lo emplean en contra de la ciudadanía y, por ende, del Estado

No todo debiese valer en esta vida, si realmente deseamos construirla desde el honor y la ética. Pero en los últimos años estamos viendo que esos valores son considerados por algunos como inservibles y trasnochados y se producen, los que en sus manos tienen buena parte de nuestro destino, desde un inaudito cinismo, en una suerte de histrionismo que les hace aparecer en medio de una tan pretendida como inexistente dignidad. Y aún pretenden preocuparse del lugar que les corresponderá en medio de la historia de nuestro tiempo.

El valor del Estado depende mucho de los silencios, la ética y la eficacia de las acciones de aquellos que lo gobiernan, de modo que quienes piensan más en futuras generaciones que en próximas elecciones, son -como sostenía Churchill- verdaderos hombres de Estado y actuarán, siempre, en interés de todos y como garantes competentes de la verdadera democracia, considerada ésta como bien colectivo que debiera ser inalienable. Y de esos, en nuestra nación, en España y como bien es sabido, andamos escasos hoy.

En el día de ayer y hoy mismo se viene produciendo una extraña circunstancia de profundo calado político en el Congreso de los Diputados. Algunos la han considerado como si de gran bufonada se tratase, sin embargo, quien emborrona este papel lo ve, en la distancia, como un a modo de encuentro entre aquel primer tiempo de la Transición, en el que todo el mundo sabía cuan debía de ser el rumbo de la nave del Estado, y este otro tiempo en el que no se ha dudado un instante en pactar, con toda la mala ambición, con los máximos enemigos de la nación y tenerlos como asociados permanentes y hasta incluirlos en ese macro (des)Gobierno, desde el que promulgan legislación, desde la más profunda y absoluta ineptitud, produciendo efectos hondamente perniciosos en la sociedad que ve, en medio de la impotencia y la perplejidad, cómo para sentenciados y condenados con las leyes anteriores, las de esta gente ignorante y populista, las retuercen convirtiéndolas en llaves que abren, impunemente, las rejas de las prisiones, dejando salir a la calle, a fecha de hoy, 74 violadores y viendo reducidas sus condenas más de 720 agresores sexuales de indefensas mujeres y niños. Y aún, esta caterva de incompetentes e ineptos ministrillos se revuelven en sus inmerecidos escaños azules, negándose con sus hechos y palabras a proteger a ciudadanas y pequeños inermes, desvalidos y abandonados por un Estado que, en cambio, debiera protegerles.

Esta realidad aberrante que los populistas gobernantes han producido y los socialistas que comparten la bancada azul se la tragan encantados -aunque sea moralmente peor que un sapo verrugoso- es sólo una parte, vergonzosa -aunque tolerada por las respectivas militancias- a cambio de un poder que lejos de saberlo aprovechar en el bien público, lo emplean en contra de la propia ciudadanía y por ende, del Estado. ¿O no?

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