Cambio de sentido

Perséfone ‘is coming’

A veces sorprendemos la estación en un día en que no venía a quedarse del todo, dice Juan Ramón Jiménez

Andaba sintiendo, en estos días azules y a este sol –don Antonio muy probablemente escribiera aquel su último alejandrino en febrero–, los primeros brotes de la primavera: trasmina el romero y mis macetas han tenido la amabilidad de hacer despuntar la primera clavellina. Ambos aromas, por las mañanas, recomponen la sangre y el día. A veces sorprendemos la estación en un día en que ella no venía a quedarse del todo, escribe Juan Ramón Jiménez. Y pensaba, a la sazón, en que somos afortunados por vivir en una región con cuatro estaciones, cada vez más erráticas y locas, pero que aún consiguen inspirarnos a la hora de vivir los ciclos. También me sorprendía al concluir que –qué curioso– no siempre a lo largo de mi vida he preferido la misma estación. En años de amor, resultan misericordiosos los inclementes y eternos veranos, con sus aspas lentas noche y día, y los amantes noche y día también lentos. Hay años consecutivos en que el alma manda al cuerpo hallar refugio, ovillarse, no hacer ruido, ir adentro y esperarse una a sí misma, cero prisas: es el tiempo reparador del invierno y sus raíces. Y años donde el otoño (que es una forma inversa de primavera) invita a caminar largo. Por último, hay etapas en que la vida va y pide primavera y su violencia de savia, quiebro, alumbramiento, resurrección o apertura. Perséfone is coming.

Iba a decir que estas cosas, donde se sienten fuerte, es en la naturaleza (naturaleza es la forma fina de llamar a los montes o al campo). También que la crisis climática extravía el tiempo de cada lugar, tenga las estaciones que tenga, y eso no solo jode la tierra y a la Tierra sino lo cíclico, sus símbolos, su ritual, cosas estas de principal importancia, mucho más de lo que pensamos, para que los seres humanos sigamos siendo verdaderamente humanos. Pero casi que huelga decirlo, por obvio. Y porque, “hasta para ti,/ que no te enteras,/ ha llegado/ la primavera” (Isabel Escudero), ya vivas en la gran urbe y hayas escogido vivir exclusivamente en prosa.

Me dirán que este canto a la estación revolucionaria llega tempranero. Sin embargo, no recuerdo a ningún adscrito a la primavera que no sea impaciente como la flor del almendro, ni al que, cuando al fin llega el viernes de Cuaresma en que se le despliegan a la vista las procesionarias y sube a las narices el aroma a monte bajo, entiende que todo eso ya le llevaba tiempo bullendo dentro. A los ansia viva de primaveras, yo os saludo.

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