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José Antonio / Montilla

La Presidenta cercana

EL viernes, Susana Díaz, la Presidenta de la Junta de Andalucía, paseó por la Chana. Se bajó de un autobús y recorrió la arteria principal del barrio saludando a los vecinos, entrando en las tiendas y en los bares. Es un fenómeno excepcional en estos tiempos. En los inicios de la transición política no era raro ver a un político salir casi a hombros de una aglomeración urbana. Sin embargo, los tiempos han cambiado. Hoy los políticos parecen huir del contacto con la ciudanía para evitar los reproches, cuando no los insultos. Susana Díaz constituye una excepción. No hay que ser un experto en comunicación política para entender por qué consigue una especial comunión con la ciudadanía. Basta observar su comportamiento. Cuando encuentra a un ciudadano y conversa con él es capaz de encerrarse en una especie de cápsula. Por detrás se oyen los gritos de quien también quiere hablar con ella o hacerse una foto, sus asesores pretenden que algún día llegue a su destino o el personal de seguridad intenta evitar la aglomeración pero ella parece ajena a lo que ocurre a su alrededor, ensimismada en lo que le cuentan, sin prisa, sólo pendiente de su interlocutor. Incluso con sus gestos, cogiendo de la mano o encorvando el cuerpo hacia delante de forma protectora.

El ciudadano tiene la impresión de que no está ante el político de cartón piedra que se hace la foto con el niño o con la abuela sin apenas mirarlos a la cara y continúa su camino sino ante alguien que empatiza con lo que le cuentan. Siempre habrá algún energúmeno que suelte un exabrupto pero es una excepción; la misma gente que denosta a los políticos traba una conversación con ella e incluso los que se han acercado a trasladar su reivindicación de manera más o menos airada terminan con una conversación en la que le trasladan el problema que no asegura resolver sino preocuparse por él. Ese talante se traslada también al discurso político. No pretende hablar durante mucho tiempo, ceñida a un papel escrito con citas y metáforas, sino trasladar unas cuantas ideas rotundas, sin circunloquios y sin dejar de mirar al público. Es una nueva manera de hacer política que encaja perfectamente en lo que pide la sociedad actual. Pertenecen a otro tiempo los políticos a los que sólo se ve subiendo y bajando del coche oficial, en las fotos de los periódicos o perorando desde un atril. El político que puede volver a conectar con una ciudadanía desilusionada es el que se aproxima a la gente para escucharla, con humildad y comprensión. La clave de la política de estos tiempos es la cercanía.

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