Recuperación

El propósito de Jurado Morales es reparar el injusto olvido de una poesía malograda por nacer en la raíz de su vida política

En el mundo de las letras, la mayoría de los investigadores se dedican a rescatar obras literarias que permanecían olvidadas; o bien buscan un nuevo enfoque para títulos y autores necesitados de esa revisión exigida por el paso del tiempo. Pero hay otros –con mayor compromiso social– que añaden otro propósito a su rescate histórico: pretenden, además, reparar una injusticia. En lugar de orientar su investigación solo a recuperar el valor de la obra, quieren también, poner al descubierto las dificultades personales del autor, en el entorno en que llevó a cabo su creación. Exhibiendo los problemas y conflictos que anidaban en el interior de la obra, y que, al no haber sido todavía desvelados, aguardaban una voz que hiciera finalmente justicia. Para estos investigadores, comprender una obra literaria reclama situar en primer plano las circunstancias históricas de su escritura. Sobre todo, las relacionadas con la vida social del autor. En esta precisa línea de indagación cabe encajar el reciente libro de José Jurado Morales, República, exilio y poesía. La memoria rescatada de Gonzalo Martínez Sadoc (Renacimiento). Su propósito es reparar el injusto olvido de una producción poética, malograda por haber nacido en la raíz misma de la conflictiva vida política de su autor. Pero esta necesaria labor de rescat Jurado Morales la complementa con unos recursos formales que dan un carácter singular a su trabajo, al convertir su yo como investigador también en un personaje que se descubre a sí mismo al ir siguiendo y explicándose las huellas y el itinerario vital, político y poético de Martínez Sadoc. Esta doble perspectiva, rompe con la tradicional mirada unívoca presente en tantas investigaciones, viéndose obligado a comprometerse de viva voz ante los acontecimientos narrados. Con todo, hay otra innovación más, primordial, en este libro. La elección de una obra y un personaje muy alejados de la galería académica de nombres y títulos célebres. Tal como ya hizo Ginzburg, en sus microhistorias, dándole sitio a partir de documentos dispersos a tantos individuos modestos, o Michon, en sus Vidas minúsculas. Se trata, pues, de una trayectoria menor en apariencia, pero no por ello menos representativa y dolorosa, de un sanluqueño, casi anónimo, obligado a peregrinar ejemplarmente, como explica el título, por todas las etapas mayúsculas de la muy conflictiva vida española del siglo XX. Un libro, por tanto, que propone una nueva manera de alumbrar el pasado y recuperar, a su vez, uno de los olvidos pendientes.

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