"Elohi, Elohi, lema' šĕbaqtani" ("Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?"). Jesús fue juzgado, condenado y torturado antes de morir. El pueblo ejerció de jurado y la autoridad máxima, el gobernador Poncio Pilatos, cumplió la voluntad de la masa. Liberar a Barrabás, un exaltado violento, camuflado de ladrón, cuyo objetivo último, más que sustraer lo ajeno, era la liberación de Judea del romano invasor. Todoesto, claro, dando credibilidad a la historia bíblica. Las investigaciones demuestran cómo el sufrimiento de la muerte en la crucifixión era terrible. Lo recuerda esta semana la imaginería con un realismo que pasma. Pero no menos crueles eran los instrumentos de tortura empleados por la noble y Santa Inquisición: la garrucha, la toca o el potro; la hoguera era lo de menos. Tormentos aplicados por una Iglesia nacida del crimen ignominioso. Iniquidad comparable, por ejemplo, a morir a garrote. Un tornillo atravesaba el poste y empujaba el cuello del reo lesionando el bulbo raquídeo y seccionando la medula espinal, así funcionaba el modelo más humano, con él ajusticiaron a Mariana Pineda, tenía 26 años. Sentenciada no por una masa exaltada, sino por Ramón Pedrosa, Alcalde del Crimen nombrado por un noble Borbón y con la bendición de la Santa Madre Iglesia. Mucho más próximo a ese 1831, en 1974, y con la misma edad de Mariana, fue condenado a garrote Salvador Puig Antich. Tampoco el populacho tuvo que ver en la causa dirigida por el respetable juez del régimen católico que firmó esta infamante pena de muerte. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Desafortunado requerimiento que viene condonando torturas, asesinatos, vejaciones, guerras, injurias, escarnios..., haciendo más poderoso al villano, exonerando de culpa solo a quien ofende: Ramón Pedrosa fue "el santo don Ramón", apelativo con el que la Iglesia lo veneraba después de donar 12.000 reales; la querella interpuesta por la familia de Salvador Puig contra el juez franquista fue desestimada en 2019, pues, aunque los delitos de lesa humanidad no prescriben, no pueden aplicarse en España a hechos ocurridos antes de 1977, año en el que se aprobó la ley de amnistía que impide investigar violaciones de derechos humanos ocurridas durante la dictadura de Franco. El domingo de Resurrección, después de haber golpeado con silicios la espalda, de sentir con más afectación las lágrimas de cristal de una imagen de madera que el sufrimiento real del vecino, sobre todo si el vecino viene del sur del sur, perdonados y limpios de toda culpa, celebraremos la Muerte con los últimos roscos fritos y la falta de conmiseración con el sabor a canela de las torrijas.

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