Segoviano Astaburuaga

06 de octubre 2023 - 00:15

La semana comenzaba difícil y complicada. Y llena de policías. La ciudad se antojaba calurosa, tanto que superado el verano del membrillo, a todos nos atemoriza que este calor siga hasta un novedoso verano de la castaña; que, llegado noviembre, sigamos en bañador y manga corta. Lo cierto es que tantas circulares advirtiendo de las complicaciones del tráfico, tanto presidente, tanto protocolo, no podía traer nada bueno al granadino de a pie. Todo bien. De verdad. Marifran revisando la ciudad, poniéndola como un palmito, visionando los protocolos de seguridad… Todo correcto hasta que, una vez más, el Gobierno de Pedro Sánchez, en otro arranque de soberbia, decide ningunear a Granada evitando cualquier tipo de representación de la ciudad en ningún acto, protocolario o no, riéndose por enésima vez de las decisiones que nos hemos dado los granadinos. Ese es su concepto de democracia. ¿No les recuerda épocas pasadas y supuestamente desterradas? A veces me da mucha pena y, como dice mi compañero de diario, me gustaría saber qué hubiera hecho Pedro si se trata del alcalde de Barcelona…

Pero no es el tema de hoy. La saturación de noticias me deja espacio para ilustrarles y proponerles conocer unos también ilustres apellidos, saga de prestigiosos juristas: Segoviano Astaburuaga. Esta magistrada laboralista presidió la Sala Cuarta del Tribunal Supremo. Fue dura, muy dura con el bloqueo socialista del Consejo General del Poder Judicial. No sólo fue dura. Fue vehemente en sus intervenciones contra la paralización impuesta la pasada legislatura para el nombramiento de altos cargos judiciales. Su Sala y la Tercera del Tribunal Supremo (de lo Contencioso-Administrativo), resultaron especialmente afectadas por la cantidad de vacantes que se han producido (y se producirán, gracias a su posicionamiento en la sentencia dictada el pasado lunes por el Constitucional) a consecuencia de este dañino bloqueo. Una ‘curiosidad’: su nombramiento se produjo por 19 votos a favor. El Consejo General –incluido su sector conservador–, se posicionó en favor en su elección –primera mujer que ocupó el cargo– como presidenta de la Sala Cuarta o de lo Social del Tribunal Supremo. Sólo dos vocales progresistas, paradojas de la vida, Álvaro Cuesta y Concepción Sáez, votaron en blanco.

Una jubilación mal llevada desde octubre de 2022. Lo cierto es que, apenas tres meses después de aquel cese, Segoviano fue postulada como magistrada y miembro del Tribunal Constitucional, nueva paradoja, esta vez desde el sector más progresista; y es ahora, cuando, olvidándose y obviando vehemencias y enconamientos, haciendo caso omiso de la crítica situación en que dispone a sus compañeros de tarea (cinco vacantes de trece magistrados y diecisiete mil causas pendientes sólo en su Sala ), se sitúa como firme correligionaria de sus compañeros progresistas y la ponente María Luisa Balaguer a la cabeza, otorgando finalmente carta de naturaleza a la reforma socialista que impide efectuar nombramientos al Consejo General del Poder Judicial.

No creo que merezca la pena ahondar en el desatino de una justicia cuya imagen nunca estuvo tan afectada como ahora. Se necesitan años, muchos, para limpiar esa imagen. Se necesitarán dosis de independencia para curar las heridas. Y se necesitará una extensa reforma de su ley orgánica que posibilite el control de un poder –que nunca debió dejar de ser independiente–, a quien nunca debió dejar de detentarlo. Al César, lo que siempre debió ser del César...

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