¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Mis amigos comunistas

La “memoria democrática” se convierte en amnesia cuando el relato no favorece a las fuerzas de progreso

Semprún.

Semprún. / DS

POR motivos que escapan a mi comprensión mortal, la vida me ha puesto en el camino a un par de amigos ex comunistas, de aquellos que se la jugaron de verdad en los tiempos de la clandestinidad. Ambos, cada uno a su modo, son personas vitalistas y elegantes, generosas en lo material y lo espiritual, cultas e irreverentes, que abandonaron la Iglesia Ortodoxa Marxista para adentrarse en una existencia llena de incertidumbres morales e intelectuales, pero que han exprimido la vida con una intensidad que en mi generación es difícil de encontrar. Gracias a Dios, ya no queda nada de aquellos jóvenes estalinistas que debieron ser. Si es que alguna vez lo fueron, porque hubo un tiempo en que el PCE más que un partido comunista (es decir, autoritario y colectivista) era el casinillo político de los que estaban hartos del franquismo.

Mis amigos comunistas hace mucho que dejaron el PCE. Al menos uno fue purgado, junto a Jorge Semprún, por la Pasionaria y Carrillo. Eran unos tiempos en que un comité central de esta histórica formación era lo más parecido a un cónclave de viejos mormones. Ahora, incluso debe ser peor. Semprún, como habrán visto, está ahora de moda con motivo de los cien años de su nacimiento. Sobre el personaje ya han escrito brillantemente en estas páginas Eduardo Osborne y Fernando Castillo. El autor de El largo viaje era demasiado sofisticado para aquel partido garbancero; un intelectual fino, pero también un hombre de acción que se jugó el tipo en Francia y España en misiones clandestinas de película. El pasado domingo, dentro del programa Imprescindibles de TVE, ofrecieron un documental malísimo sobre su persona. Estaba lleno de silencios, sobre todo en lo que respecta al asunto de su depuración. La mal llamada “memoria histórica” o “democrática” se convierte en amnesia cuando el relato no favorece a las fuerzas de progreso. Es como cuando visitamos una iglesia y leemos “ardió en el 31” o “en los sucesos del 36”. ¿Qué extraños sucesos serán esos que ni se nombran?

Semprún siguió siendo un hombre de izquierda moderada, incluso llegó a ministro de Cultura con Felipe González, por el que sintió fascinación (comparar la figura del autor de Federico Sánchez se despide de ustedes con los últimos ministros de Cultura es algo que produce dolor físico). Mis amigos ex comunistas, cuando hablo de política con ellos (intento hacerlo poco, porque es de lo menos interesante) siguen demostrando un carácter indómito y libre, que lo mismo les lleva a defender a Vox que a Nadia Calviño o a Macron. En lo de la amnistía, sin embargo, hay unanimidad, como en casi toda España. Yo invito a la Junta a que haga una turné con ellos por los colegios e institutos de Andalucía. Los alumnos aprenderían muchas cosas: dignidad, humor, pasión, independencia de criterio, valor... Los fabulosos ex comunistas, podría llamarse la gira.

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