Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Sergio Ramírez, en Granada

EL nicaragüense Sergio Ramírez estuvo en nuestra ciudad la pasada semana. Invitado por la cátedra Vargas Llosa y por la Universidad de Granada, tuvimos el privilegio de escuchar al autor de novelas tan relevantes de la literatura contemporánea como Castigo divino (Premio Dashiel Hammet) o Margarita, está linda la mar (Premio Alfaguara y Premio José María Arguedas de la Casa de las Américas de Cuba).

Cuadernos de encargos (los oficios de la literatura y la política), y Preguntas que no dejan vivir (la crónica, entre la ficción y la realidad), fueron los títulos de las conferencias impartidas por el reciente Premio Iberoamericano de Letras José Donoso.

Entre la ficción y la realidad se movieron las dos espléndidas conferencias de Sergio Ramírez. Sabiduría, sencillez, agudeza, humor, poesía, fueron algunos de sus ingredientes. Como latinoamericana, me sentí acaso más emocionada con la charla del primer día, esa en que Ramírez nos llevó a recorrer la literatura europea y a acercarnos a algunos de los escritores cuyas vidas estuvieron estrechamente ligadas a la política, como Milton, Defoe, Malraux. Para después dirigirse a América Latina y hablarnos de los que en aquella región desempeñaron ambos oficios: Domingo Sarmiento, Rómulo Gallegos, Juan Bosch, Vargas Llosa o el propio Ramírez, Vicepresidente del Gobierno de Nicaragua durante la Revolución sandinista.

El relato contado por Sergio Ramírez tenía pocas veces un final feliz: los escritores latinoamericanos que lo intentaron gobernaron por un período demasiado breve, a menudo violentamente interrumpido; o fracasaron ante un candidato que luego demostraba ser criminal y/o corrupto. Y el nicaragüense nos dejaba una pregunta inquietante, una pregunta sin respuesta: ¿Seguirá aún latente en Latinoamérica el conflicto entre esas dos posiciones contrapuestas de las que tan lúcidamente habló Sarmiento, la civilización y la barbarie?

Pero Sergio Ramírez sigue creyendo en la utopía, esa que hizo posible el derrocamiento de Somoza en Nicaragua y la Revolución sandinista. Sigue creyendo, acaso, y nos transmitió su confianza a quienes lo escuchamos, que tal vez algún día literatura y política podrán convivir en armonía en América Latina. Quizás no como esas dos hermanas que han sido literatura y pintura, pero sí como parientes no demasiadas lejanas que recuerdan ese valor esencial que las une: la defensa de la libertad.

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