El lanzador de cuchillos

Silenciar a Olona

Dice Muñoz Molina que en España se discute mucho de política, pero el debate es extremadamente raro

Macarenaolona, no nos engañemos, disfrutó del escrache que le prepararon unos cientos de alborotadores ultraizquierdistas en la Universidad de Granada como un marrano en un charco. Hay quien estas cosas las lleva mal, pero a la abogada del Estado, que se ha recuperado cuasi milagrosamente de la enfermedad que la obligó a abandonar a sus votantes andaluces, renunciando al irrelevante escaño que la aritmética electoral le había otorgado, sabemos que le va la marcha. Que se crece en el castigo. Lo que no es óbice para que, desde esta humilde columna, condenemos el acoso ejercido por un grupo de ágrafos totalitarios que, de haber leído a Albert Camus, sabrían que utilizar la coacción en nombre de la libertad es ilegítimo porque en democracia son los medios los que deben justificar el fin.

La Universidad de Granada también ha condenado los hechos, aunque con un tonito equidistante que da que pensar: "No nos referimos ni a uno ni a otro bando, sino en general a todas aquellas personas que, con su comportamiento de bloqueo, de protesta violenta, de provocación, han impedido el normal desarrollo de una actividad en una sede universitaria", ha indicado un portavoz del Rectorado. Hombre, señor portavoz de la señora rectora, no parece razonable pensar que quienes querían escuchar a la conferenciante boicotearan su intervención. En esta ocasión han sido jóvenes -y no tanto- comunistas, pero es cierto que no siempre fue así: en esa misma facultad, hace unos años, los que trataron de reventar una charla en la que participaba el lendakari Ibarretxe fueron niñatos de derechas.

Dice Muñoz Molina que en España se discute mucho de política pero es extremadamente raro el debate, el contraste civilizado de ideas en el que cada uno se expresa con libertad y está dispuesto a aceptar que el otro tenga una parte de razón. En los últimos tiempos, nuestro país ha sufrido un repliegue hacia la intransigencia. Estamos asistiendo a la entronización de los fanáticos, individuos persuadidos de estar en posesión de la verdad absoluta y del derecho a imponerla urbi et orbi. A Olona no se le chilla, se le argumenta; no se le empuja, se le replica. Su ideario es rancio, radical y patriotero, pero una democracia que se considere tal tiene que permitir que lo exponga donde le parezca. Sí, el discurso de Macarena es inquietante, pero el de los tipos que quisieron silenciarla da verdadero pavor.

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