Sube la patata

El verano que se aproxima se parecerá demasiado a aquellos veranos del desarrollismo

Según parece, la sequía actual puede incrementar el precio de la patata en algo más del 50%. También el INE nos advierte de otra subida previsible. Según dicho Instituto, el veraneo de los que veranean pudiera ser el más caro de las últimos veintiún años. Quiere decirse que el verano que se aproxima se parecerá demasiado a aquellos veranos del desarrollismo, donde "la pertinaz sequía" que ya aquejaba a España, venía acompañada de una escueta vacación, orlada de extranjeros. Para esta temporada, sin embargo, el español tecnológico y virtual exhibirá, probablemente, más fiambrera de la apetecida. Prescindiendo, eso sí, del generoso aliño de patatas que tanto ha refrescado, en otra hora del mundo, el verano peninsular.

Como es lógico, en esto de la sequía habrá que averiguar cuánto se debe al cambio climático, cuánto a los efectos del volcán de Tonga (cinco años de calor, según el National Geographic), y cuánto, por ejemplo, a las enigmáticas manchas solares, cuya vinculación con el clima parece contrastada, según advertía, hace ya mucho, el arqueólogo británico Brian Fagan en La Pequeña Edad de Hielo. Lo que resulta cierto, en cualquier caso, es la proximidad misma de la sequía, y su repercusión inmediata en el precio y el abasto de la patata. El propio Fagan recuerda en su obra "la gran hambruna irlandesa" que se dio a mitad del XIX, y que fue consecuencia, entre otros motivos, de la enfermedad que afectó al cultivo de la patata. Recordemos que dicho tubérculo, venido de América en el XVI, se reveló con prontitud como un alimento excepcional, barato y abundante. Y que la Europa paupérrima y desfayecida de aquellos siglos hizo un profundo y original uso de sus virtudes.

Desde luego, la Irlanda de hoy no guarda relación con aquella de Swift, donde se proponía -a modo de crítica inmisericorde-, vender a los hijos de los pobres como tiernos y sabrosos lechones. Tampoco la España que adaptó aquí el pavo, el tomate, los pimientos, etcétera, la España que conoció Monardes, es la misma que ahora nos acoge. La patata, en cualquier caso, no ha perdido su singular importancia. Según vamos sabiendo, este verano, un aliño de patata, cebolla y perejil, con su saludo de melva o de caballa, pudiera convertirse en un lujo melancólico. Por supuesto, un aliño de papas siempre será un tesoro venido de ultramar, rubio y dorado por el aceite. Pero, claro, si a esto le añadimos la vista del océano o la sombrilla junto al viejo mar color del vino, la cosa va a salirnos por un pico.

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