Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Tirar elecciones

EN algunos países donde nunca hay elecciones, podrían considerar que es un despilfarro, propio de nuevos ricos, la cantidad de elecciones que se convocan, o se concibe convocar, en España. En algunos países, donde existe un único partido político, podrían pensar que nadie es capaz de valorar lo que tiene si lo ha tenido siempre, o lo ha tenido mucho tiempo; o carece de memoria y ya no recuerda qué suponía no tenerlo.

En algunos países donde nunca hay elecciones, no entenderían que, con la libertad que existe en España para que varios y diversos partidos políticos puedan acudir a unos comicios y convertirse en diputados de un Parlamento, no sean, sin embargo, capaces, después de ser elegidos, de ponerse de acuerdo para constituir el gobierno de esos mismos ciudadanos, en cuyo nombre se presentaron a las urnas. En algunos países donde nunca hay campañas electorales (¿para qué, si van a gobernar siempre los mismos?), donde una campaña electoral es un lujo que a nadie le permiten, no entenderían, seguro, que en otros lugares del mundo, aquellos que pueden hacer campañas y las hacen, actúen con la idea de que pueden estar haciendo campañas cada vez que quieran, siempre que les venga en ganas.

En algunos países pobrísimos, pobres de solemnidad en elecciones, seguro tendrían ganas de echarse a llorar si escucharan que en un país llamado España, en una comunidad autónoma llamada Andalucía, ciertos políticos elegidos por los ciudadanos se plantean tirar a la basura unas elecciones, como quien tira los zapatos supuestamente viejos o la ropa supuestamente usada, sin siquiera haberlos estrenado. En esos países donde nunca hay elecciones, donde las elecciones son como el santo grial que se busca, que nadie ha visto y con el que todos sueñan, abrirían mucho los ojos, si supieran que ciertos políticos de otras regiones conciben siquiera la posibilidad de tirar elecciones a la basura, sólo porque las elecciones no salieron como ellos querían o habían previsto. En algunos países donde nunca hay elecciones harían seguro cola, para recoger del latón de la basura las últimas elecciones andaluzas, cuando, como según parece, las tiren quienes ya no las quieren. En esos otros países se pondrían, felicísimos, las elecciones andaluzas, como quien se pone un traje nuevo. Como esos pobres que contemplan con enorme alegría ese mueble casi nuevo que encontraron abandonado entre los escombros.

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