¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Matar a una venus

Cualquier día de estos nos quedamos sin las mejores nalgas de la Historia del Arte

Dos salvadores del planeta frente a 'La venus del espejo'.

Dos salvadores del planeta frente a 'La venus del espejo'. / EFE

POCAS nalgas femeninas hay tan hermosas en la Historia del Arte como las de La venus del espejo de Velázquez. En general, toda la anatomía desnuda de esa espalda divina parece pensada para el placer y la fecundidad en unos tiempos en los que aún no era un insulto, sino todo lo contrario, ensalzar la capacidad reproductiva de las hembras humanas. La venus del espejo, además, pertenece a la gran tradición del naturalismo español, de tan honda raíz sevillana. Nada de prototipos idealizados de diosas celestiales. Esa mujer anónima, cuyo rostro se difumina magistralmente en el espejo, puede ser una prostituta, una duquesa o la misma Astarté. Lo mismo da. Lo que importa es ese momento femenino que retrata Velázquez, entre la coquetería y la pereza.

Como ya sabrán, dos ecologistas del grupo llamado Just Stop Oil atacaron ayer con martillos La venus del espejo en la National Gallery de Londres, su residencia habitual. Solo la existencia de un cristal impidió daños irreparables. Finalizada la acción, y antes de ser detenidos, los terroristas ambientales soltaron su speech con ese tono altisonante y trémulo que caracteriza a los zumbados y los fanáticos (valga la redundancia). En resumen, lo que pretendía la pareja (hay que agradecer que el golpe de mano respetase escrupulosamente la paridad de géneros y la multiculturalidad) era pedir al Gobierno británico que parase inmediatamente los nuevos proyectos de extracción de petróleo y gas en el Reino Unido. No es difícil preguntarse por qué, entonces, no se eligió como objetivo del ataque a una gasolinera o la sede del ministerio del ramo, en vez de arremeter contra tan bella dama. Probablemente, pensarán algunos, por una mera cuestión estratégica. No tiene la misma repercusión mediática liarse a mamporros con un surtidor de Plus 95 que hacerlo con La venus del espejo. Eso es evidente. Pero hay una razón más de fondo, más oscura, que apenas sale en los comentarios habituales: el profundo sentimiento antihumanista de los movimientos radicales ecologistas y animalistas. El sapiens, para ellos, en vez de ser la medida de todas las cosas es una lamentable plaga que debería ser extirpada por la madre naturaleza. Golpear una obra cumbre de la humanidad es una evidente muestra de autoodio como especie.

No es la primera vez que se agrede a La venus del espejo. Ya en 1914 la sufragista Mary Richardson la acuchilló siete veces, dándole un sentido bíblico a una acción que solo sirvió para desprestigiar sus nobles propósitos. El fanatismo suele acudir a las grandes palabras para ocultar sus demonios, y cualquier día de estos nos quedamos sin las mejores nalgas de la Historia del Arte. Dios no lo quiera.

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