El día se hizo pesado. Años cargando una misma historia hace insoportable amanecer y dormir sin rellenar espacios que el tiempo derrumbó. En la mecedora echas de menos infancia, juventud y detalles del alma que construyeron cuanto hoy apenas recuerdas. Recuerdos. Los que permanecen, aquellos que de tarde en tarde recuperan sonrisas. Tarareas la misma canción. Una y otra vez. Una y otra vez. Ojos adormecidos mirando la puerta cerrada. En tu habitación sólo penetran rayos de sol iluminando pensamientos aletargados por diaria y permanente monotonía.
Nada te inmuta. Los días recorren horas cargadas de oscuras intenciones. Olvidaste sonreír, abrazar, llorar. El silencio no da paso a ninguna emoción. La vista siempre baja, sin saber qué minuto, cuántos de ellos han transcurrido desde que la puerta se abrió, sin saber cuándo se irá de vacío el día, cuándo volverá a inundarte la noche.
Vivir si a tu alrededor todo está quieto, resulta cansino. Si sirves o no, si serás primero o último, si merece la pena invertir en tu vida… No. No se trata de ocultar rostros por vergüenza tras una mascarilla. Hace ya los ocultamos sin necesidad de esconderlos tras la tela. Quizá el mismo día en que decidieron dejarte tras aquellas paredes como la mejor solución, lo que más convenía, lo que aligeraría el tiempo y haría menos pesada tu carga de años de entrega y sacrificio. Todos. Decidieron todos. Todos, menos tú. Y hoy resumes tu existencia como resultado de esas consensuadas decisiones, de despedidas bajo sonrisas desdibujadas, de adioses de mano cerrada, de imágenes que de noche despiertan y te acompañan. Queda menos. Quizá nada…
Las once. Pasan las horas. Ya ni las distingues. El vaivén de la mecedora. La televisión, la que recuenta cuántos faltan, a cuántos no les llegó el pinchazo que hace semanas te inyectaron, a cuántos la vida desterró en sus últimos momentos viviendo solos, sintiéndose solos, sabiéndose solos…
Hoy no. Parece distinto. Esta mañana aleja la monotonía. Anoche lo comunicaron. Será distinto, sabrá distinto, olerá distinto. El vaivén de la mecedora será distinto. Los recuerdos serán distintos. Volverán colores, agua, sentimientos, trozos de vida aún no desgastada que lucharán por exprimirse hasta donde toque. Apenas las doce, y aquella puerta cerrada durante un año, se abre. Te ayudan a levantar, y camináis hacia la barrera de tristeza y desencuentro. Tus piernas desean correr, pero el tiempo, el vaivén, las ha desentrenado.
Cuando llegas, cuando sales, cuando tu rostro despereza un esbozo de sonrisa, cuando el aire fresco te saluda, cuando la brisa devuelve la esperanza que una nube arrebató… cuando la vida parece volver a ser lo que era, el sol, el mismo de hace un año, te ha saludado.
Bienvenido al mundo -ha dicho-. Te estábamos esperando…
Tú no has contestado. Tarareas la misma canción de todos los días: "… gracias a la vida, que me ha dado tanto…".
Pero hoy sonreías… hoy sonreías...
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