Virgilio en la Bética

Un fragmento de cerámica encontrado en Córdoba reproduce dos versos de las ‘Geórgicas’

Un fragmento de cerámica encontrado en el yacimiento de Noguera, en el término municipal de Fuente Palmera, provincia de Córdoba, documenta el raro caso, único a decir de los especialistas, de una inscripción literaria en las numerosos ánforas olearias de la Bética, que eran exportadas desde la región a Roma y otros muchos lugares del Imperio. Datada entre los siglos II y III, su singularidad proviene del hecho de que los signos grabados en la arcilla todavía fresca, antes de que fuera cocida en el horno, y en una posición inusual como es la base, no son los sellos o meras letras con las que se firmaban o referenciaban las vasijas ni consignan nombres o fechas, siendo esto menos habitual pero asimismo frecuente, sino que reproducen los versos 7 y 8 del Libro primero de las Geórgicas de Virgilio, el gran poema del campo donde el mantuano, hijo según algunas fuentes de padre alfarero, celebró los trabajos y los dones de la vida agropecuaria. Incompleta pero reconocible, la leyenda usa de la letra cursiva que observamos en muchas otras inscripciones, ampliamente documentada en las paredes parlantes de Pompeya o en las célebres tablillas de Vindolanda, nombre del fuerte romano del norte de Inglaterra que inspiró el título del último poemario de Julia Uceda, Escritos en la corteza de los árboles. El hallazgo recuerda otros grafitos como el del ladrillo de Itálica donde se transcriben los versos iniciales de la Eneida, el poema épico por excelencia de la literatura latina con el que los escolares, como han recordado las crónicas, solían hacer ejercicios de memorización y escritura. En la versión del maestro Francisco Socas, el fragmento del ánfora dice así, con los dos versos anteriores entre corchetes: “[Vosotros, oh luminarias clarísimas del mundo, que guiáis el resbalar del año por el cielo; Liber y Ceres nutricia, si por don vuestro la tierra] cambió la bellota caonia por la granada espiga y mezcló copas del Aqueloo con las uvas ya descubiertas”, en alusión a las mieses que sustituyeron al fruto de la encina, alimento de la humanidad primera, y al vino que los antiguos tomaban mezclado con agua. Nombrado por su justo epíteto de Liber o Liberador, el dios Baco y su par en la invocación de Virgilio, la diosa de la agricultura, a quienes debemos la vid y el trigo, el pan y el vino de las Escrituras, nos siguen acompañando más de dos milenios después de la publicación del poema, un elogio de la vida rural que los humanistas asimilarían al motivo del beatus ille, inspirado por el famoso epodo de Horacio. Benditos proveedores de casi todo lo que necesitamos para habitar la tierra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios