Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

La abogacía de Granada

No se puede lanzar ni un solo mensaje que parezca un retroceso en la lucha por la igualdad

El Ilustre Colegio de Abogados de Granada ha sometido a consulta de sus integrantes el cambio de nombre para pasar a denominarse Ilustre Colegio de la Abogacía de Granada. Era una propuesta del Grupo Especializado de Violencia de Género para que la nomenclatura se adapte a un lenguaje no discriminatorio, en la misma línea de lo que están haciendo la mayoría de los colegios en toda España. La utilización de un lenguaje inclusivo no siempre resulta fácil. Sin embargo, a veces se puede hacer sin dificultad. ¿Por qué hablar de abogados, sin abogadas, cuando se puede utilizar la expresión abogacía?

No obstante, pese a la facilidad del cambio y a los antecedentes de Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante o Vizcaya, entre otros, la abogacía de Granada ha rechazado de forma clara ese cambio de denominación. Resulta difícil entender las razones. En la nota del Colegio se apunta que también en Tenerife, Las Palmas u Oviedo se han opuesto al cambio de nombre. Han tenido que rebuscar para encontrar quienes hayan actuado como aquí. Era más fácil recordar que todos los grandes colegios profesionales de España han adaptado su denominación al siglo XXI, y Granada ha ido en la dirección opuesta.

En puridad, el único argumento que se puede utilizar para mantener el lenguaje discriminatorio es la tradición, los 250 años de historia del nombre. Sin embargo, no podemos olvidar que hace tres siglos sólo había abogados, no había abogadas, pero, sobre todo, no podemos olvidar que la actual Constitución española apela a erradicar cualquier forma de discriminación, y también se discrimina a través del lenguaje. Como ha dicho el decano del Colegio de Madrid, con 452 años de historia, la eliminación de un lenguaje que contribuye a la discriminación y la invisibilización de las mujeres en la sociedad debe primar sobre la tradición.

La mayoría de la sociedad española está empeñada en eliminar la discriminación por razón de sexo. El camino es largo. Quedan muchas brechas por cerrar y, por supuesto, tenemos el gravísimo problema de la violencia machista contra las mujeres. En este contexto, ningún gesto es baladí. No se puede lanzar ni un solo mensaje que parezca un retroceso en esa lucha por la igualdad. Es lo que ha hecho la abogacía de Granada, diferenciándose, además, de los grandes colegios de la abogacía de toda España. Estoy seguro de que al final terminará adaptándose a la realidad social pero en este momento sólo cabe decir, con tristeza, que ha fallado en la promoción de la igualdad real y efectiva de mujeres y hombres.

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