Médico radiólogo, algunas costumbres del abuelo Agustín uno las empieza a entender ya talludito, bien entrado en los cuarenta y con los cincuenta asomando. Lo que ayer parecía mala educación hoy pienso que era lucidez. No estrechaba la mano a desconocidos: "No sé qué han hecho con ella". Distancia social de serie. Nació antes de la gripe española y seguro que siempre lo tuvo presente. Líbreme Dios de frivolizar con un asunto tan serio como es un virus letal o endiñarle a unos políticos que prefieren seguir desnortados en ciencias y muy centrados en propaganda. Asombra la hipocresía de la masa para regañar de cara a la galería y luego ancha es Castilla y hago lo que me da la real gana. A cuarenta grados por una calle desértica a las cuatro de la tarde un sábado no es necesaria la mascarilla y si otro peatón asfixiado se cruza contigo y mira mal, que le den. Sensatez. Los censores, inquisidores y policías de saldo deberían corregir comportamientos peligrosos para el prójimo que ellos ejecutan sin percatarse: se arriman a un milímetro de su interlocutor en espacios cerrados sin protección facial ni leches, sueltan las/los miasmas (aquí sí, Irene Montero, es correcto el femenino y el masculino) como aspersores víricos sin brazo o pañuelo que echarse a la boca y a la nariz, quedan en el Tinder con una jovencita bien mona o se acaramelan en la barra de un bar con un viudo aún resultón sin exigir una prueba PCR, van todos a la playa (que no falte el esparcimiento porque el encierro primaveral fue durísimo) y se echan fotos en grupos multitudinarios mientras se besuquean y cantan de alegría por seguir vivos, por supuesto sin preocuparse de dónde y con quién estuvo cada uno ayer, anteayer, la semana pasada… Los legisladores, botarates en tantas ocasiones, ponen a menudo el listón muy alto, conscientes de que el sentido común es el menos común de los sentidos y obligan a ir enmascarado hasta para darte una ducha, aunque después el cumplimiento de la norma sea más laxo. De hecho, Zapatero vetó el fumeque en las puertas de los hospitales y a la vera de los parques infantiles… Los doctores pueden disentir entre ellos con frecuencia, pero van todos a una en ciertas pautas: lávate las manos cada dos por tres, quédate a dos metritos siempre y estornuda o tose como te debieron enseñar en casa. El abuelo Agustín, nacido a principios del pasado siglo, tenía incrustados esos hábitos en su ADN. Los torquemadas del XXI están más pendientes de la refriega dialéctica que de la friega enjabonada.

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