La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
España se retira de Eurovisión El país, conocido por su exquisita sensibilidad musical y su liderazgo geopolítico, ha dicho basta a la UER por la presencia de Israel en el festival. Mientras la delegación de TVE hace las maletas con una dignidad que roza el dramatismo operístico, en la Moncloa, Pedro Sánchez está ocupado realizando una pirueta política digna del Circo del Sol: firmando un acuerdo de amistad y cooperación con Marruecos.
La ironía es tan densa que podría usarse como material de construcción. Se enarbola la bandera de la ética para boicotear un festival por un conflicto internacional, sacrificando nuestros “puntos” de Eurovisión. Mientras, con la misma pluma, se sella un pacto con un país que mantiene una ocupación territorial (el Sáhara Occidental) reconocida por Naciones Unidas como pendiente de descolonización.
El mensaje de Sánchez es meridianamente claro: la coherencia es un concepto que no tiene cabida en la alta política inconsecuente. “Retirarse de Eurovisión por Israel es un imperativo moral innegociable,” dice Moncloa, mientras que estrechar lazos con Marruecos tras un giro diplomático sin precedentes, es sólo realismo pragmático y una cuestión de Estado.
Es la consagración del ‘todo vale’. El Gobierno utiliza la retirada de un certamen pop como un potente altavoz de su supuesta superioridad ética ante la opinión pública europea, creando un fuego artificial de principios. Al mismo tiempo, en el plano de las relaciones exteriores, ejecuta un cambio de política exterior que afecta a miles de personas, sin el menor pudor ni consulta previa.
La política exterior de Sánchez se convierte en un espectáculo de doble rasero. De un lado, la moral de la pantalla: máxima rigidez y sanción simbólica para un evento cultural. De otro, la realidad del despacho: máxima flexibilidad y pragmatismo radical para obtener estabilidad en asuntos de migración y seguridad.
Hemos alcanzado un nuevo hito: somos la única nación que cree que puede cambiar el statu quo geopolítico mundial retirando a su artista de un concurso de canciones. España se ha transformado en el Don Quijote de la moralidad de Instagram, luchando contra los molinos de viento de la UER mientras ignora los gigantes de la diplomacia real.
Que gane el Festival quien quiera. La única realidad es que, para el Gobierno de Sánchez, las políticas inconsecuentes y los gestos radicales son, simplemente, dos caras de la misma moneda.
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