Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Les confieso que desde el domingo pasado ando muy deprimido. A las siete de la tarde resulta que ya es de noche y metidos en noviembre anochecerá cada vez más pronto. Añoro esas tardes largas, cuando te dan las nueve con luz y aún ni piensas en preparar la cena. Tiene razón mi hermana, noviembre es algo deprimente. Empieza con cambio de hora y celebrando una estúpida fiesta americana que acaba llenando las calles de huevos rotos y disfraces de bastante mal gusto.
Ni siquiera el vídeo del presidente, que tanto se preocupa por nuestro bienestar, prometiendo que va a pedir a Europa que no nos cambien la hora, me ha levantado el ánimo. Una lástima pues, por una vez que estaba dispuesto a creerle, he recordado que también había prometido otras cosas y luego resultó que cambió de opinión. Acabaremos olvidando todas nuestras fiestas y festejando el día de la marmota o el día de acción de gracias, ya verán. Puestos a olvidar ya sabemos que nuestro presidente es todo un as, o no recuerda o no le consta nada de nada.
Y qué decir de ese señor de Valencia que parece no recordar lo que hacía mientras sus ciudadanos se ahogaban arrastrados por el agua. Vuelvo a deprimirme preguntándome cómo aspira a presidir España un señor que ni siquiera puede mandar al carajo a según quienes en su partido. Al menos al que cambia de opinión, ni le consta nada, no le tose nadie entre sus filas, o solo le tosen en catalán, euskera y gallego.
Y en esas estamos, esperando que venga la nieve que nos llene la nevera serrana y el frío que nos saque los abrigos del fondo de los armarios, tan olvidados ya con el calor eterno desde mayo. Uniéndose al olvido generalizado el ministro de Exteriores parece que desconoce que México es independiente desde hace más de 200 años y que si en esos años ha tenido algún enemigo más bien fueron los vecinos del norte que les arrebataron más de la mitad del territorio que se independizó de la corona de España.
Esto es lo que tenemos: gobernantes que se olvidan de lo reciente y de lo pasado, viviendo del último chascarrillo, olvidando presentar los presupuestos, una oposición que se opone a sí misma y hasta lo que podría haber sido el robo de un Picasso resultó ser un olvido tonto. No me extraña que al final lo que queramos los ciudadanos es olvidarnos de la política. Vale.
También te puede interesar