En el asunto de Doñana, que cada día aparece con perfiles más complicados para Juanma Moreno, se están jugando varias partidas simultáneas, todas bajo el denominador común de que por parte del Gobierno andaluz se ha tocado una de las marcas medioambientales más potentes del mundo. Y eso son palabras mayores. La sociedad percibe trazos gruesos y no está para sutilezas legislativas o para medir hasta qué punto la falta de infraestructuras hidráulica es culpa de unos o de otros. En esta polémica sólo es capaz de ver que por parte de una Administración se está poniendo en cuestión la conservación de un espacio natural de una enorme importancia.

En torno a este núcleo central se están pelando los agricultores y los ecologistas, en una disputa que es tan vieja como la misma existencia de la ecología y en la que siempre los primeros pierden la batalla de la opinión. Ser ecologista entra de lleno en los códigos de lo políticamente correcto y a ver quién se atreve a levantar una bandera en contra. También se está desarrollando una pugna política mirando a las elecciones del 28 de mayo y más allá. Los socialistas, tras haber fracasado en su intento de levantar la sanidad contra el presidente Juanma Moreno, han visto el cielo abierto con Doñana y hay que reconocer que esta vez lo están haciendo mejor. Como la Junta no dé un giro estratégico, el PP puede tener un deterioro de imagen y pagarlo en votos.

Pero hay otra batalla todavía más interesante que es la que mantienen el PP y Vox por el predominio en el medio rural, que es donde se están produciendo trasvases de voto. De ello ha hablado en este periódico Juan Manuel Marqués y conviene prestarle atención al asunto. El PP vio como Vox lo adelantaba por la derecha en las zonas de agricultura intensiva en Almería y ha visto la posibilidad de que ocurriera algo parecido en Huelva, donde el cultivo de fresas y berries se ha convertido ya en un sector económico de primera importancia. Juanma Moreno que quería marcar el terreno a Vox no ha medido bien las implicaciones en las otras batallas que se desencadenaban en torno a Doñana. El resultado es que el presidente andaluz está enfangado en un problema que le está suponiendo más costes que los presupuestados.

Ahora toca corregir el rumbo y desactivar una cuestión que ha supuesto el primer tropiezo de la mayoría absoluta del PP en Andalucía. No lo tiene fácil, pero es urgente desinflamar Doñana.