Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Por el camino de Doha

El fútbol lo trajeron ingenieros ingleses y mineros de Huelva y ha pasado a traficantes de emociones

Afrancesados. No es de recibo. Hace años que no dan en abierto un partido de fútbol de la Liga española y Telecinco ha comprado los derechos de la Liga francesa. El fútbol francés ha conquistado dos Mundiales en el último cuarto de siglo (el último, el de 2018 en Rusia, desagraviando la derrota de Napoleón en aquellas tierras), pero su campeonato doméstico tiene menos glamour pese a sus cifras siderales que el trofeo de la Galleta.

El París Saint-Germain, que topográficamente es un equipo de barrio, ha ganado tantas Copas de Europa como el Iliturgi o el Antoniano. Hasta el Stade Reims, el equipo que hizo de sparring en la puesta de largo de Messi en las Galias, ha jugado el doble de finales continentales que el equipo formado a base de talonario por el jeque catarí. Empezando por la de 1956, la primera de las cinco consecutivas que ganó el Real Madrid. Las de blanco y negro, como recuerdan los que las ningunean, el color del gol que marcaba Fernando Fernan-Gómez en El fenómeno. He leído que los derechos de emisión de la Liga Francesa los tiene una empresa de la que es socio fundador Gerard Piqué, que de esa forma por aquí recuperaría las pérdidas de su altruista y propagandística decisión de bajarse los honorarios en el Barça para mitigar los efectos de la descapitalización de la entidad por la marcha de Messi allende los Pirineos. Lo que Messi le quita, el rosarino se lo devuelve con creces. A Carlos Marx le sorprendería esta vuelta de tuerca de las plusvalías.

El 31 de agosto fue la fecha marcada por los talibanes a la coalición internacional para poner fin a las evacuaciones en el aeropuerto de Kabul. La misma fecha prevista para el cierre del mercado de fichajes. Curiosamente, en asuntos aparentemente tan ajenos está por medio el protagonismo de Qatar, aliado de la nueva normalidad en el paraíso del opio y de los integristas y muy vinculado a los movimientos en el mercado de futbolistas, con la colaboración de Médicis de pitiminí llamados Florentino Pérez (puro Giotto a orillas del Arno) o Joan Laporta. En 2022 hay Mundial de fútbol en Qatar y eso son palabras mayores. Todos por el camino de Doha, versión oriental de la copla de Luis Lucena.

En el debut de Messi marcó Mbappé. Los dos ases de esta baraja de los nuevos fenicios del balompié, un deporte que introdujeron los ingenieros ingleses con los mineros de Riotinto y que ha sido transferido a los traficantes de emociones y sentimientos con sus cifras mareantes mientras el balón rueda como la teta de la película de Woody Allen en obscena metáfora de la globalización.

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