¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
Pánfilo no está seguro de que sea la economía la que mueve el mundo, parece convencido de que el mundo está regido por las luminosas metáforas que, espejismos muchas veces, han agitado a millones de seres a lo largo de la historia, nacidas de las ansias de amor, de felicidad o de libertad. Él –declara– se ha movido mucho buscando la felicidad o sus apariencias, escurridizas y fugaces. Anduvo muchos caminos a pie, en bicicleta, en moto tras un buen amor, sin saber muy bien qué era lo que buscaba. No buscaba Pánfilo, como Machado, lo que ellas puedan tener de hospitalario; no, que la mujer no es una residencia de ancianos, medicalizada, sin protocolos de la vergüenza. Mi amigo tiene la desgracia de ser heterobásico y siempre ha buscado en ellas: de adolescente ofuscado, sexo; de joven, sexo y algo de conversación. Ya maduro: conversación y pericia, sexo sabio y demorado. De mayor, puro rescoldo su deseo, ha podido dedicar tiempo a admirar lo que ellas tienen de distinto, hasta el punto de que, en ocasiones, se ha mimetizado, empeñado en adentrarse en los arcanos de lo femenino, vedados al patriarcado. Él tiene su metáfora para explicar lo que le pasa, me dice que es un peregrinito del amor. (Los lectores, que alguno tendrá esta columna, saben cómo los calores del cambio climático me arrojan en manos de los desbarres de mi amigo. Dispensen). Como a los escritores les gusta escribir como escribía el Dios de la Biblia –el supremo muñidor de metáforas– o el Dios del Corán o el Dios de la Torá, sabiendo que las imágenes de esos prodigiosos libros rigen nuestras vidas tanto como el Ibex 35, siempre andan detrás de descubrir una metáfora definitiva que resuma el presente y que perdure. Nada fácil. Pánfilo, incapaz de entender lo que les sucede a los partidos políticos, se lo ha preguntado a la IA, y ella le ha contestado que la vida pública española está aquejada del efecto espejo, o sea, que cuando un líder acusa de mafioso al contrario, el espejo le devuelve su propia imagen. Y esto le produce malestar e impotencia. Me señala Pánfilo que la metáfora ‘cloaca’ está obsoleta. Porque las aguas turbias del Estado ya no discurren bajo tierra. La inmundicia, sentencia, de unos y otros se vierte generosa a la vista de todos. Más que cloaca, tendríamos que hablar de DANA de maldad que a su paso arrasa con todo.
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