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Carlos Colón
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Desde que Pedro Sánchez suspendiese su agenda pública durante cinco días en abril de 2024 –toda una pose en la que involucró al Rey con una audiencia tan innecesaria como impostada para comunicarle que seguía–, el PSOE no atravesaba un momento de crisis como éste. Como consecuencia de la operación fallida del rescate del soldado Salazar, ha quedado en evidencia que en Ferraz no hay nadie. Como suelen solemnizar los dirigentes, “no hay partido”. Sí Gobierno, pero no organización, sino un enorme hueco vacío por donde asomarse al reguero de vergüenzas que han dejado los relevos fallidos de José Luis Ábalos por Santos Cerdán y el de Santos Cerdán por Paco Salazar. Tres, y uno detrás de otro, sin solución de continuidad, no es una mala casualidad, sino que refleja la amoralidad del núcleo que se hizo fuerte en el sanchismo.
Ábalos y Cerdán, pero sobre todo éste último, echaron a Adriana Lastra, a Carmen Calvo y a Maritcha Ruiz, y cuando el tándem quedó anulado por la intervención de los jueces y de la UCO, sólo quedó Paco Salazar, nexo entre Moncloa y Ferraz. Por eso iba a ser el adjunto a la secretaria de Organización que él mismo había patrocinado. Fantoche como era, fue alardeando entre compañeros de que controlaría la Organización desde un segundo plano porque Pedro Sánchez no podía prescindir de él en Moncloa.
Al amigo Paco no lo quisieron dejar tirado del todo, y por eso iban a arrimarle a su consultora distintos encargos, ya fueran desde el PSC o en forma de contactos en países americanos, una suerte de falso autónomo que seguiría trabajando en sondeos, planes estratégicos y electorales que, en teoría, aprendió de Iván Redondo en los primeros gobiernos. Nunca Moncloa tuvo un asesor aúlico más sobrevalorado que Redondo, el heraldo de aquella trascendental reunión entre Sánchez y Biden que se sustanció en una conversación de 10 segundos entre el presidente español y el sonado mandatario norteamericano.
Como en abril de 2024, el partido toma posiciones de cara al final del sanchismo, Adriana Lastra y Susana Díaz en un lado, Óscar López y Félix Bolaños del otro, las dos que se consideran víctimas de Pedro frente a la nulidad del ministro candidato madrileño y el hombre que aúna los tres poderes del Estado en su ministerio.
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