paso de cebra

José Carlos / Rosales

Sin decoro

LA frase sonó como un latigazo imprevisto en medio de una mañana veraniega que sólo traía incertidumbres y chantajes: "Súbete las bragas, cojones", gritó, desde su corpulencia gratuita, el muchachote que la acompañaba a una anciana enhiesta, casi rígida, que caminaba junto a él por una calle de la Chana, pasito a pasito, enredada en las limitaciones de su artrosis y de unas bragas de color desvaído, empeñadas en descender hasta los tobillos, una vez y otra vez, sin que ella pudiera evitarlo o agacharse para recomponer el averiado decoro de su imagen, la compostura amenazada por la ruina.

La anciana tenía el pelo gris, zapatos de invierno y un vestido sin mangas cuya tela, de motas blancas sobre fondo negro desteñido, parecía desgastada y suave por el uso continuo, casi crónico. Llevaba bajo el brazo izquierdo, enganchadas sus asas en el hombro esquelético, un bolso marrón pasado de moda del que su acompañante (con bermudas floreadas, chancletas de playa y una camiseta del Barça) había sacado momentos antes un monedero de plástico para pagar en la caja del supermercado dos cajas iguales, no demasiado grandes, quizás eran dos cajas de bombones o contenían algún perfume modesto: me dio la impresión de que eran un regalo, dos regalos iguales, alguien visitaría a la anciana esa tarde en su casa o sería la anciana la que estaría invitada a merendar en la casa de una sobrina o de un nieto para celebrar algún aniversario, un cumpleaños, el compromiso matrimonial de un pariente cercano. Eran dos cajas iguales con diseño y dibujos que pretendían ser celebratorios, brillantes, también podrían ser dos regalos de Navidad para sus dos nietas favoritas: habría oído en la radio que todo lo que comprara ahora, antes del 1 de septiembre, le saldría más barato. Probablemente se pasaría la mañana escuchando la radio y sólo pensaría en ahorrar, en ahorrar, en ahorrar. Y ahora caminaba turbada del brazo del que podría ser su nieto o su hijo o su yerno: "Sujétate las bragas, cojones, que estamos haciendo el ridículo en plena calle", volvió a gritarle el muchachote ya entrado en años. Otra señora que pasaba por allí se acercó y le dijo: "Quítaselas, ¿no ves que ya no tienen elástico?"

Mientras tanto, muy lejos de la Chana, el gobierno sigue negando ayudas a dependientes y trabajadores en paro. Algunos diputados se quejan de su sueldo (sólo cobran 5.100 euros netos mensuales), otros gritan "que se jodan" y los de más allá se pasean ufanos amenazando supermercados y tiendas de moda. No sé, pero me temo que dentro de muy poco habrá más señoras de ochenta años vituperadas sin piedad: todos seremos como esa señora de la Chana, ahorrando a ciegas, triturado el decoro.

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