De despistes y olvidos

14 de mayo 2025 - 03:07

De mis habituales despistes muchos de los que me conocen tienen constancia. Rafael García Manzano cuenta en su libro Anecdotario del periodismo granadino el día en el que aparecí en el periódico en zapatillas de casa. Estaba tan a gusto con ellas que no siquiera me las quité a la hora de salir a la calle. Y con ellas me presenté en la Redacción, causando el consiguiente cachondeo de los compañeros. Y Soria en sus chistes me hizo uno para mi boda en el que se ve al novio que se le olvida asistir a la ceremonia. Al director del periódico en el que trabajaba antes lo llevé en una noche muy lluviosa, de esas que llaman de perros, a un lugar en el que habíamos quedado con un colectivo. ¡Lo llevé 24 horas antes! Aunque mi despiste favorito está fechado en el día en el que me traje todas las llaves de un ayuntamiento y del centro de salud. Fui a hacerle una entrevista a un alcalde de La Alpujarra y al terminar cogí la de la mesa un manojo de llaves creyendo que era el mío. Al día siguiente me di cuenta de mi error y llamé al alcalde. “¡Joder! ¿Has sido tú? Llevamos muchas horas buscando las jodidas llaves. Hoy no hemos podido abrir el Centro de Salud”, me dijo más en tono de reproche que de compresión. Yo creo que en esto de los despistes tiene que ver la predisposición genética. Mi padre tenía muchos canarios a los que les ponía nombres de papas: Pío VII, Pío VIII, Pío IX… Si hubiera tenido leones a uno recién nacido le habría llamado León XIV. Un día me llevó a Linares a comer a un restaurante y pidió uvas de postre. Con ellas le pusieron un recipiente de agua para que las lavaras. Eso hizo. Después, en uno de sus despistes habituales, se bebió el agua en el que había lavado las uvas en vez de la del vaso que tenía al lado. Tras su muerte, un tabernero del pueblo me habló de los despistes de mi padre.

–Había días que se le olvidaba pagar. Yo me callaba y al día siguiente le cobraba el doble. Él ni se daba cuenta.

Pero es que ahora, que estoy, como quien dice, en la prórroga del partido de la vida, mis habituales despistes se mezclan con los olvidos por la pérdida de memoria. Un sinvivir. Esto es un sinvivir. Por cierto, no sé a qué ha venido hablar hoy de los despistes.

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