La Salud como derecho es una de las conquistas de la socialdemocracia. En nuestro país fue Ernest Lluch, ministro de un gobierno socialista, quien consiguió (con la Ley General de Sanidad de 1986) asegurar la cobertura sanitaria de todas las personas residentes en España.

Un año antes de la promulgación de esa ley, en Granada se crea la Escuela Andaluza de Salud Pública. Su objetivo es desarrollar actividades de formación, investigación y consultoría para la mejora de la salud y el bienestar y la gestión de los servicios sanitarios. Actualmente es centro colaborador de la OMS y participa en otras asociaciones internacionales de salud pública y gestión sanitaria. Desde 1988 mantiene un acuerdo con la UGR por el que se reconocen como propios Masters y Expertos impartidos por la Escuela.

Que Granada cuente con una prestigiosa institución, reconocida internacionalmente, que investiga y trabaja para mejorar el sistema sanitario y otros aspectos relacionados con la Salud como derecho debería ser motivo de orgullo. Debería procurar inversiones y pactos entre las distintas fuerzas políticas para aumentar su presupuesto, mejorar su organigrama, incrementar sus líneas de investigación o la oferta de cursos… pero estamos hablando de Granada, donde todo es posible.

Sin que se sepa muy bien por qué el PP (responsable de la Consejería de Salud) ha presentado en el parlamento Andaluz una proposición de ley para eliminar la EASP e integrarla y diluirla en una nueva agencia administrativa, el Instituto Andaluz de la Salud, en el que se integrarán también otros organismos y que pone en duda la continuidad de la Escuela en su planteamiento y ubicación actuales, ni siquiera garantiza la estabilidad laboral de quienes ahora trabajan en ella.

Dice el alcalde de Granada que se busca "asemejarse al Carlos III de Madrid", sin que le preocupe que la aprobación de esa ley suponga la extinción y supresión de la Escuela en Granada y la ubicación del nuevo Instituto en Sevilla, dejando a nuestra ciudad sin uno de los referentes internacionales en materia de investigación y formación en el campo de la salud.

Y no es que sorprenda que esto esté pasando: también el Parque de las Ciencias se gestiona desde Sevilla desde hace unas semanas. Pero sí empieza a ser preocupante ese afán por llevarse de nuestra ciudad todo lo que brilla con luz propia.

No es esta una ciudad sobrada de espacios prestigiosos de investigación. Y aunque lo fuera: perder uno solo de ellos debería verse como un agravio, no una oportunidad. Necesitamos acciones políticas que consoliden nuestro tejido científico y lo amplíen, no que nos arranquen a pedazos lo que funciona y hace de Granada una ciudad con nombre propio más allá de la Alhambra o la música.

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