España semivaciada

21 de julio 2025 - 03:08

No me acaban de convencer las propuestas para dejar España semivacía. Y les diré el porqué: un coronel de bien, en el patio de un cuartel, con la tropa formada, grita con fuerza “¡Viva España!”, y con menos decibelios, “Viva el Rey”; y luego, con una intensidad amortiguada por la extensión de la frase, un “Vivan los españoles de bien”. ¡Joder!, que con el calor y con la frase incrustada en mi sueño, he pasado una noche de perros. ¿Estaré entre los españoles buenos? ¿Seré, sin reparar en ello, un español malote? ¿Tendrá mi coronel un plan para los malos españoles? ¿Habrá que prescindir de la mitad de la población? ¿Dónde la ponemos y cuánto nos costará el traslado? En lo que no habrá caído este patriota es en el efecto llamada que supone el vaciar España de los, en su opinión, malos españoles. ¡La que le va a caer de parte de los que quieren ‘cargarse al moro’! Si triunfa su propuesta, y echamos a la mitad de españoles al mar, esto se va a poner de moros a rebosar. Ya pasó con el golpe de estado de Franco, que el general traidor no tuvo ningún regomello en tirar de los regulares magrebíes para engrosar la tropa rebelde.

De paseo, observo que los carritos de nuestros viejos impedidos los empujan, sobre todo, mujeres sudamericanas. Estoy convencido de que en el programa de los piadosos miembros de la ultraderecha, dada su familiaridad con el Altísimo, hay una propuesta que prevé otra reencarnación a tiempo parcial del Hijo de Dios, sin crucifixión –repetir sería sadismo–, para, tras la expulsión de los emigrantes –previo milagro–, ponernos a los mayores invidentes a ver; a andar, a los tullidos, y a los chuchurríos, a disfrutar de una piel incólume, como de niños de 18 años, sin acné ni ‘mataúras’; y con fuerza para el cortejo, porque si echamos a los emigrantes, aparte de lo caro que resulta el pasaje de ocho millones de criaturas, la producción nacional de contribuyentes al fisco bajará a cero, y los ancianos tendrán que volver al duro oficio de procrear. No estoy seguro de que Dios se deje manipular por los partidos políticos. Pero si consiente y me asegura el milagro, sin recurrir a Mefistófeles, de que, de un día para otro, me levanto con un cuerpo de 33 años, como el que yo tenía cuando era un huracán sexual, me paso a los destroyers. Cojo un bate de béisbol, y a donde se me convoque. Pero sin pastillero.

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