Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
El pasado martes se vivió un penoso espectáculo en un capítulo más de una historia que parece interminable como es la guerra Arcuri-Rivas, que debería darse en el ámbito privado y que ha trascendido a lo público de forma lamentable, sin tener en cuenta que en medio está un niño de once años que ha quedado demasiado expuesto. Juana Rivas debía entregar a su hijo pequeño a su padre, tal como lo había determinado las justicias española e italiana, en el Punto de Encuentro Familiar de Granada, lugar que se convirtió en un circo, con la presencia de demasiados medios de comunicación y de un grupo ‘militante’ por la causa de Rivas. La madre de Daniel, de once años, bien pudo llegar en coche a la puerta del escenario decretado para el intercambio y andar apenas unos metros de forma rápida, pero sin duda mal asesorada decidió hacer un paseíllo de demasiados metros ¿con qué objetivo? El que fuera, nada dignificante, no tuvo en cuenta que junto a la ‘comitiva’ iba un niño. A la juez no le quedó otra que suspender el acto y aplazarlo. Aprendida la lección, el viernes Daniel fue entregado a su padre. Seguro que al hijo de Francesco y Juana no se le olvidará lo que vivió días antes, algo que debió evitarse.
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