Otra de espías

Es fácil, aunque no se sepan las dificultades para detectar invasiones telefónicas, atribuir negligencia y falta de eficacia

No me dirán que no es dificultoso el cometido de algunos tertulianos y comentaristas que se sienten en la obligación de tener dispuesta una fundada opinión sobre cualquier tema que la actualidad requiera. La epidemiología en todas sus variantes, los efectos de la ciclogénesis explosiva, la vulcanología canaria y las técnicas y estrategias militares han sido conocimientos ineludibles, adquiridos de forma precipitada para poder hilvanar un criterio sobre los temas de actualidad y poder cubrir la labor opinadora en el medio de comunicación correspondiente. Ahora, de manera súbita, la cuestión se ha desplazado al intrincado mundo de la ciberseguridad y, de la noche a la mañana, se hace necesario tener, o aparentar tener, fundados conocimientos técnicos sobre tan compleja materia que permitan aventurar una posición solvente. En cuestión de horas tienen que familiarizarse con términos hasta ahora tan desconocidos como Pegasus, sistema lamphone o empresa NSO Group para, combinándolos adecuadamente, dar la sensación de saber lo suficiente sobre la materia. Lo importante es tener dispuesta una conclusión clara y firme sobre la cuestión y sus consecuencias.

En este desconcertante mundo del conocimiento universal, el mejor recurso para aparentar solvencia sin arriesgar es criticar al Gobierno. Del siempre deseable y reclamado principio de la presunción de inocencia se pasa así, cuando se trata de valorar una actuación gubernamental, a la certeza de culpabilidad y desde ese socorrido criterio se reparten condenas y se reclaman dimisiones. Es fácil, aunque no se sepan las dificultades para detectar invasiones telefónicas, atribuir negligencia y falta de eficacia al Centro Criptológico Nacional, organismo, por cierto, cuya existencia conocimos muchos esta semana. Este es un criterio que, aunque por lo visto afecta a varios servicios de inteligencia occidentales que también han sufrido este tipo de invasiones, no hace falta demostrar porque siempre es bien recibido. Y a la hora de mostrar desconfianzas, siempre gozará de más predicamento poner en duda lo que el Ejecutivo diga que lo que opine cualquier miembro de la oposición. Llegamos así a la imposible cuadratura del círculo; si el Gobierno informa de que sus comunicaciones telefónicas han sido espiadas, se desconfía de sus intenciones y si, por el contrario, callara, incurriría en una opacidad inadmisible. A veces la crítica es solo un recurso para no reconocer el desconocimiento.

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