Pensándolo mejor

Miguel Hagerty

A la expectativa

ESTOS días se repite hasta el aburrimiento un tipo de entrevista televisiva que refleja, en mi opinión, el ambiente socio-económico que estamos viviendo. La entrevista suele tener lugar en una playa o en un restaurante playero abarrotado de gente poniéndose hasta los topes de sol y mariscos como en los mejores tiempos del maldito ladrillo. Se formula la pregunta más o menos en estos términos: "A pesar de la crisis, se lo está pasando pipa ¿ehhh?", insinuando que algo bueno -o malo- habrá hecho el pobre entrevistado para estar tan a gusto.

La víctima suele aludir a una serie de perogrulladas referentes a la brevedad de la vida y que, pudiendo, hay que aprovechar del momento. Tiene razón, por supuesto, pero en el fondo da la sensación de que se siente avergonzado por poder disfrutar de unos días de asueto cuando hay tantos millones sin trabajo pasándolo fatal, sin posibilidad de escaparse de la ciudad y olvidarse de la crisis.

Tanto la víctima como su interlocutor repentino e inesperado están jugando con expectativas, cada uno a su manera. El entrevistador cuenta con la "posibilidad razonable de que algo suceda" (DRAE), ya que hasta ahora todas las entrevistas que ha visto para documentar su trabajo han dado el mismo tipo de respuesta. Lo que no sabe es que casi todas estas personas dan estas respuestas tan parecidas porque tienen miedo y no saben realmente el motivo; allí está la entrevista fetén.

Las personas a las que no parece afectarles en demasía la crisis están viviendo "a la expectativa" locución que, de nuevo según el DRAE, significa "sin actuar ni tomar una determinación hasta ver qué sucede". Es una enfermedad extremadamente grave para la acción colectiva y está detrás de, por no ir más lejos, la amenaza ecológica (perfectamente previsible y solucionable) a la fábrica de caviar de Ríofrío, del desmoronamiento de la A-92, de la destrucción paulatina, pero decidida, del Albaicín. La lista es larga y no hace falta recordarla ahora.

Entre un significado y otro hay un universo de polos opuestos. No podemos seguir viviendo con expectativas y, a la par, estar a la expectativa. En otros países de nuestro entorno -por emplear una expresión especialmente odiosa a que suelen recurrir la derecha, la izquierda, el centro y todas las paradas intermedias cuando no tienen ni idea de qué decir- empiezan a mirarnos de reojo: Falange de nuevo, el Tribual Supremo (nada menos), el caso Matas y todos los demás casos inverosímiles.

Empiezo a pensar que ya estamos como la España que pinta Saramango en La balsa de piedra. Ánimo, que un plato de gambas lo soluciona todo.

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