Fuego amigo

26 de septiembre 2025 - 03:08

Ah, la política: ese arte de prometer con una mano y borrar con la otra. Esta semana, el PP ha protagonizado una coreografía digna de vodevil: mientras en Andalucía se daban golpes de pecho por la memoria de García Caparrós, en Madrid votaban justo lo contrario. Resultado: Juanma Moreno, ese andalucista moderado de diseño, queda retratado como un jarrón chino, bonito, pero que pinta menos que un concejal de Cuenca en Nueva York.

Recordemos: en 2022, el PP andaluz votó a favor de desclasificar el expediente del asesinato de Caparrós, ese joven malagueño tiroteado por un policía en la manifestación del 4 de diciembre por la autonomía andaluza. Moreno Bonilla recibió a su familia en San Telmo, les prometió memoria, respeto, claridad. Pero dos años después, su propio partido en el Congreso vota en contra de desclasificar esos documentos. La “explicación” –según palabras de Carolina España– es para hacer carcajearse al más ingenuo: los diputados del PP “no sabían que lo que votaban era esa declasificación”. Lo que sus señorías creían que votaban era un procedimiento genérico porque no se les mencionó el nombre del joven malagueño asesinado a manos de la policía.

Parlamentarios que cobran seis mil trompos mensuales, votando como si fueran becarios confundidos firmando papeles sin leer. Un papelón que retrata no solo descoordinación interna, sino una mirada oscura y autoritaria sobre la memoria histórica.

La verdad es otra: cuando se trata de abrir ventanas al pasado, al PP le entra alergia a la transparencia. Prefieren la historia a medida, con esquinas oscuras y memoria con sordina. Y Moreno, que intentaba ir de presidente moderado, se lleva ahora una buena colleja desde Madrid. ¿Qué peso tiene su palabra si sus compañeros se la toman a beneficio de inventario? ¿De qué sirve abrazar a la familia Caparrós si luego se es cómplice del portazo?

Esto no es un error de trámite, es una declaración de intenciones. El PP ha dicho que hay verdades que es mejor dejar cerradas con siete llaves. Que hay episodios de la Transición demasiado incómodos. Que la memoria, si no conviene, mejor ignorarla. Moreno Bonilla ha quedado en evidencia. Su discurso autonómico se ha desinflado en una votación que lo retrata como lo que es: un decorado sin poder real en su partido y un trampantojo autonomista.

Mientras tanto, la familia Caparrós seguirá esperando justicia. Y Andalucía, transparencia. Pero al PP, por lo visto, le parece más útil el silencio.

stats