
Quousque tandem
Luis Chacón
Todología Aplicada
Sánchez es más gorila que perro. Tenía yo una idea equivocada de lo que era un gorila desde que, en 1961, don Luis Márquez, el catedrático de francés del Instituto Virgen del Carmen de Jaén, nos puso en clase Gorille (1952), una canción del chansonnier Georges Brassens. Trata de un gorila que se escapa del zoo y termina sodomizando a un juez (francés, ¡claro!; téngansen los jueces cristianos españoles). Antes, y entre rejas, había producido el asombro, si no el deseo o la envidia, de las chicas que lo contemplaban y que, contrariando la opinión de sus madres, miraban extasiadas –de su cuerpo–, sobre todo, un lugar. Inocente yo, con 17 añillos, imaginé que en el caso del gorila francés, el tamaño las había seducido. Mi amigo Alain Rausch, que en los 80’ me regalo toda la discografía de este cantautor, tampoco contribuyó a sacarme del error. Solo en los primeros años de este siglo, me enteré por youTube que los gorilas no se exigen tener más de 5 centímetros de pene. Y que sin necesidad de ir a ningún gimnasio ni esclavizarse en un fitness, solo ‘rameando’ por la selva, cultivaban, incansables, sus músculos con los que lograban alejar de su harén a ocasionales pretendientes. ¡Bravo, gorilas!, pensé entonces. El tamaño no importa (siempre que no sea inferior a 5 centímetros). Me di cuenta entonces, y ya tarde, de que los machos, incluso los sapiens, deberíamos concentrarnos más en cuidar la calidad del inefable placer que obtenemos de ese adminículo –tamaño aparte– que en medírnoslo en los lavabos de caballeros. Los wasap que se cruzaron Sánchez y Ábalos, a la sazón su brazo derecho, prueban que Sánchez no pierde tiempo ni fuerzas enredándose en insultos zafios y sofocantes contra sus adversarios, interiores o exteriores; como el gorila, él los prefiere cortos y de calidad: ‘estulto’, llamó a Pablo Iglesias y ‘pájara’, y no pajarraca, a la ministra de la guerra; porque este Tarzán ambicioso, su fuerza, extraordinaria, su capacidad sorprendente para desplazarse por la selva de lo público, saltando de partido en partido, engañándolos a todos, atándolos cortos, asegurándose sus respaldo, la dedica solo a mantenerse en el poder, con astucia y artes más propias de un primate que de un cánido. Él sabe que los insultos breves y elaborados pueden proporcionar tanto placer como llamar hijo de puta a cualquiera.
También te puede interesar
Quousque tandem
Luis Chacón
Todología Aplicada
La ciudad y los días
Carlos Colón
Pidan la república, pero no mientan
Bloguero de arrabal
Pablo Alcázar
Pedro Sánchez dice verdad
Brindis al sol
Alberto González Troyano
La belleza de lo raro
Lo último