Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La guerra ha terminado

CUANDO yo era niño, el 1 de abril era el día de la Victoria, con uve mayúscula. Había paradas militares y los informativos de radio y la televisión, todos en manos de la Dictadura, nos recordaban que Franco escribió en 1939 aquella frase para la eternidad: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Después de 32 meses y medio de guerra, empezó una dictadura de 36 años y medio, que en particular en sus inicios se basó en el rencor de los vencedores.

Hay que convenir que 33 años y medio después de la muerte del dictador, es absolutamente falsa la frase que los ultras pintaban en las tapias en el inicio de la transición: "con Franco vivíamos mejor". Incluso con la crisis y el paro que padecemos, con Franco vivíamos peor. Este país ha cambiado por completo y disfruta de un bienestar que no conoció en su historia. Con todas sus carencias, que las hay, nunca ha habido en España un grado tan alto y generalizado de instrucción pública, de iniciativa privada, de asistencia sanitaria gratuita o de comunicaciones y transportes modernos.

Y hay un nivel tolerable de crispación política, aunque en este campo exista mucho camino por recorrer. En estos tiempos modernos tenemos una democracia y las discrepancias se dirimen de manera civilizada en las urnas. Por cierto, que hoy faltan exactamente nueve semanas y media (con perdón) para las elecciones europeas del 7 de junio y el patio está muy excitado. Es el erotismo electoral. Los laboratorios de análisis estratégico de socialistas y populares no paran de alumbrar ideas para dejar en entredicho al contrario. Espías, coches de lujo, torpezas diplomáticas, corrupción, ampliación de la ley del aborto, trajes de sastre, cajas de ahorro en apuros o a la gresca.

Pero de Europa se hablará poco. A pesar de que, desde 1986, la UE ha metido en España 100.000 millones de euros de saldo neto. Nuestra pertenencia a este club ha permitido la apertura comercial, tecnológica y cultural del país y lo que el profesor Ferraro llama la excusa europeísta: se ha hecho rápidamente una profunda reforma social, económica y política, con el argumento de que había que adaptarse a los países democráticos de nuestro entorno, que de otra manera habría tardado una eternidad. El euro nos ha dado estabilidad, pero con tipos de interés casi negativos y sin restricciones en el endeudamiento externo, empresas y particulares han conseguido deber al extranjero más del 100% del PIB nacional.

La guerra ha terminado, pero quedan batallas interesantes que librar, para conseguir un futuro mejor. Aunque en precampaña las situaciones escabrosas sean menos interesantes que las relaciones entre la Bassinger y el Rourke en la película Nueve semanas y media.

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