La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

La juerga de la ministra

El pecado de Sanna Marin es haber osado subir la escalera del poder sin ser un juguete roto fácil de manipular

Es guapa y joven, está estupenda y tiene poder. Hasta esta semana parecía (incluso) feliz. Se iba de marcha con sus amigas (hay una foto viral con una chaqueta de cuero y unos minivaqueros de infarto) y bailaba y bebía alcohol y tomaba… lo que quisiera tomar. Está casada y tiene una hija. Sus padres se divorciaron y a ella la crió su madre cuando rehízo su vida con otra mujer.

Se llama Sanna Marin y en diciembre de 2019 fue elegida primera ministra de Finlandia. La más joven en la historia de su país. Del Ayuntamiento de Tampere a la presidencia del partido socialdemócrata finés; de la cartera de Transportes y Comunicaciones a pivotar la lucha contra la pandemia del Covid y romper la neutralidad de Finlandia planteando su entrada en la OTAN. Dijeron desde Moscú que había sido una "apuñalada por la espalda".

Acabo de terminar de leer El amante de Marguerite Duras y voy por la mitad de Por qué ser feliz cuandopuedes ser normal de Jeanette Winterson. Ni el primero es pornográfico ni el segundo de autoayuda. Son ya clásicos de la mejor literatura contemporánea por lo que cuentan y por cómo lo cuentan. Porque te remueven las ideas y las entrañas; porque son incómodos, subversivos (por momentos) e implacables; porque sus palabras (lapidarias) te penetran como un aguijón. Los dos libros me los recomendó la escritora Pilar Mañas después de contagiarme con la valentía de sus versos en Arte de temblar. Quería entender a qué se refería cuando (des)arreglábamos el mundo y se indignaba con los "progres machistas" y las "feministas reprimidas". Cuando me advertía del riesgo de practicar un "feminismo radical".

Hoy, no tengo que buscar la respuesta en la literatura; la tengo en los periódicos. Seguimos disculpando a personajes como Plácido Domingo (¡con lo buen tenor que es cómo va a ser un depredador sexual!) pero nos vamos de caza contra una política que ha osado subir la escalera del poder saltándose el prototipo de ser una frustrada con bigote o un juguete roto fácil de manipular. Y en un país tan supuestamente avanzado como Finlandia (la hipocresía sí que es letal) y con sus propios compañeros de partido haciéndole el juego a los bots rusos (la mano de Putin no está ni confirmada… ni descartada).

Sanna Marin se ha hecho un test de drogas y ha dado negativo. Da igual. Su pecado no es haber participado en una "fiesta salvaje" estando de vacaciones; su pecado es haber llegado donde ha llegado; su pecado es ser quien es.

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