El jugador

Sánchez solo desea ganar las Primarias, sin que le importen demasiado las Secundarias

Pedro Sánchez es uno de los candidatos principales para presidir la nueva-vieja etapa del Partido Socialista. Sánchez, que se marchó sin querer hace menos de cinco meses, regresa con nuevas fuerzas y con nuevos bríos, con cuentas modernas de crowdfunding (¿hay algo más moderno que el crowdfunding?) y autoproclamándose el verdadero candidato de la izquierda del Partido (o, quizás, el candidato de la verdadera izquierda del Partido; o, tal vez, el candidato del verdadero Partido de la izquierda). El líder nato de eso que se llama las Primarias decididas por los militantes.

Ver a Pedro Sánchez regresando es como asistir a un dèja-vus. Sánchez es como uno de esos boxeadores noqueados que se levantan del cuadrilátero sin querer aceptar su derrota. Sánchez piensa que el combate no se ha acabado todavía y, por muchos golpes que haya recibido, no está dispuesto a tirar la toalla. Sánchez sueña con el pasado y piensa que lo que hoy vivimos en España es una especie de falso extra inning, es decir, un falso tiempo suplementario de un partido (sin mayúscula) del que fue expulsado injustamente y que continuó jugándose sin su presencia y a sus espaldas con reglas fraudulentas. Para Sánchez, en ese partido (con minúscula y con mayúscula) falta él, el jugador principal, y es hora de reparar tamaño disparate. Sánchez quiere volver para empezar de nuevo, aunque lo que empiece de nuevo sea, otra vez, su no-poder-gobernar, su no-poder-pactar y su no-es-no sin matices: Sánchez solo desea ganar las Primarias, sin que le importen demasiado las Secundarias.

Aunque resulte cuestionable, hay que entender, sin embargo, el deseo y la ansiedad de Pedro Sánchez. Y es que, después de todo, ese partido al que él desea volver a entrar ha seguido su curso con los mismos jugadores que estaban allí cuando Sánchez se marchó, o lo marcharon. Así, Pedro mira con nostalgia hacia el cuadrilátero del Congreso y sigue viendo allí, en sus esquinas, a los mismos: Pablo, Albert, Alberto e, incluso y sobre todo, ¡el vivísimo moribundo Mariano! Una foto idéntica con un único ausente. Una foto que produce confusión, alucinaciones, desvaríos. Porque todos siguen allí, jugando el juego, a pesar de sus numerosos errores y de los numerosos meses con el partido detenido. Todos jugando y siendo apoyados y aplaudidos por los suyos, digan lo que digan y hagan lo que hagan. Todos incuestionables y eternos. Entonces, ¿por qué él no?

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