Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Soy un fiel usuario de autobús. Cojo a menudo el S2, pero también el 4 y el 8. Para mí el autobús es como un laboratorio donde encontrar todos los ingredientes para una buena columna. Una vez escribí serie de reportajes desde los autobuses. Mi objetivo era montarme en una línea y luego escribir sobre lo que había visto u oído. También en las tabernas se encuentran muchas noticias. Pero es el autobús donde se coge el estilo. Gente que habla y que te dice que en Lancha de Cenes se vive con cierta tranquilidad porque si te pones malo el 33 te lleva al hospital y se te pones peor el 13 te lleva al cementerio. No hay otra ciudad en el mundo que tenga una línea de autobuses cuya línea 13 muera en el cementerio. Así se lo dije a Javier Pérez Andújar, un escritor experto en líneas de autobuses, para hacer que entendiera lo que es la malafollá. Pérez Andújar dice que el pasajero es la quintaesencia del individuo. Ninguna otra actividad durante el día acapara tanta verdad litúrgica. Somos pasajeros, estamos de paso. Tienen un aire de náufragos la gente que espera mirando a lo lejos a que llegue un autobús. En los gestos que se hacen para que no pase de largo. Javier dice que en los autobuses ha oído las conversaciones más surrealistas, como aquella en la que oyó a una mujer decir que a Franco lo que le faltó fue tener un hijo varón para que heredara su dentadura. No se lo explicaba mi amigo hasta que al final comprendió que lo que la mujer quería decir era ‘dictadura’.
El autobús es el vivero de la cotidianeidad. Se aprende mucho. Más que en una tertulia de televisión o en una clase magistral. El otro día, en un trayecto desde mi casa a Puerta Real, oí a dos mujeres cuarentonas que hablaban de la moda de los políticos que falsean sus currículos para fingir que son cultos y letrados. “Lo hacen para chupar del bote porque no han hecho nada en su vida, nada más que estar en política” –decía una–. “Es verdad. A mí me da igual que un político sea albañil, licenciado o catedrático, pero tiene que haberse esforzado en algo en su vida. ¿Tú te crees que estos que falsean currículos si fueran lo que dicen ser iban a estar en política?”, le contestaba la otra. “Además, el que miente en el currículo también puede mentirle los que lo votan”. Y ahí fue cuando me bajé del autobús y tomé nota para escribir una columna.
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