¿Lola tiene cáncer?

24 de octubre 2025 - 03:08

Han pasado veintiséis días desde que supo que su mamografía no había sido informada. Lo tiene apuntado en el calendario del móvil, con un círculo rojo que cada mañana le recuerda que sigue sin saber si tiene o no cáncer de mama. Nunca había sentido una mezcla tan corrosiva de miedo, rabia e impotencia.

Pongamos que se llama Lola, que tiene 47 años y, como tantas otras mujeres andaluzas, acudió al cribado de cáncer de mama confiada en el sistema público que tantas veces ha defendido.

Cuando le llamaron para decirle que su mamografía “no había sido informada”, pensó que era un error informático. Después supo que no, que había cientos, quizás miles, en la misma situación. Que sus mamografías dormían en algún limbo digital, esperando que alguien decidiera mirarlas. La primera reacción de la Junta fue decir que no pasaba nada. Que no había motivo de alarma. Se agarró a esas palabras como quien se aferra a una tabla en medio del mar. Pero luego llegaron los titulares, las declaraciones, los reproches a las mujeres que alzaban la voz. “No desprestigien el sistema”, les dijo el consejero. Lo escuchó en la radio mientras volvía del trabajo y se echó a llorar en el coche. No porque se sintiera culpable, sino porque se dio cuenta de que a ese hombre le importaba lo mismo que una estadística mal cerrada.

Desde entonces, cada día es una batalla contra la ansiedad. Intenta no pensar en lo que puede estar creciendo dentro de ella mientras espera una llamada que no llega. Se repite que no quiere provocar alarma, como pidió Moreno Bonilla, pero ¿cómo no sentirla? ¿Cómo dormir tranquila sabiendo que su vida depende de un sistema que se ha olvidado de ella y encima le regaña por quejarse?

Dice que las han tratado como si fueran niñas asustadas a las que hay que calmar con palabras dulces. Pero no son niñas. Son mujeres adultas, trabajadoras, madres, cuidadoras… mujeres que entienden perfectamente lo que significa el silencio administrativo cuando está en juego la salud.

El domingo irá a la manifestación frente a San Telmo. Irá aunque le tiemblen las piernas, aunque siga sin respuesta. Irá por ella y por todas las que no pueden ir, por las que no saben aún que también están esperando. Irá porque no quiere que el miedo se convierta en costumbre, ni que la negligencia se disfrace de gestión. Dicen que no quieren asustarles con los datos. Pero lo verdaderamente aterrador es que ni siquiera los tengan. Veinticinco días después, sigue sin saber si tiene cáncer, pero sí sabe algo: no piensa quedarse callada.

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