La magnitud

La verdad es que pude ver en su momento histórico pocos programas, recuerdo haber visto a Los Residents, por ejemplo

Cuando no es posible integrarse, hay que desvanecerse. Eso es lo que le ha pasado a Oriol Llopis, exacto relator de los submundos de la música rock. Exacto porque no se limitaba a mirar, tenía que participar. El periodista musical (y el periodista en general) se limita a mirar y escribir taquigráficamente los sucesos, opinar de pago y no decir nunca la verdad de lo que piensa, aunque no siempre fue así. Hubo una época en la que este Oriol vivía lo que escribía. Fue guionista (¿?) de La Edad de Oro, ese programa que yo veía cuando se sintonizaba bien La 2 (a principios de los 80 la segunda cadena no se recibía bien en muchos sitios). Era un reto girar la rueda y comprobar que se veía algo, sí, espectros por la noche subiendo a escenarios que no interesaban a la oficialidad de televidentes que estaban poniendo La 1, es decir, la televisión. Espectros que traían sonidos de mundos desconocidos. La verdad es que pude ver en su momento histórico pocos programas, recuerdo haber visto a Los Residents, por ejemplo. Pero Oriol vio más, le cascaban 250.000 ptas. de entonces al mes (un dineral que la mitad no la cobraba ni un funcionario) por guionizar lo poco guionizable de ese programa. Realmente su trabajo era acompañar, entretener y cohabitar con los extraños músicos que venían del inframundo. Épico fue el acompañamiento a Johnny Thunders y su tribu, una suerte de caos concentrado en un par de días en los que vieron corridas de toros, compraron drogas y que narró exhaustivamente años más tarde en un Ruta 66, si la mitad es verdad, se ganaba con creces su sueldo en una época en la que la tele era, en horarios y canales heterodoxos, puro experimento y matraz de malditos. Ahora se puede ver todo en Lo Mejor de y cosas así pero ni siquiera Cachitos o esos otros programejos que pretenden pasar por programas de música llegan a la suela de exposición al riesgo y al documento videosonoro del otro lado, que ya no existe, liquidado a conciencia, como el Oriol ese, que dando tumbos de revista en revista terminó en las cloacas del mito. Ahora se entera cualquier teledirigente que el guionista pide un taxi con cargo a los gastos del programa para ir a comprar heroína, y fulmina el programa, a menos que el share le dé para eso y más, y permita que, a lo mejor, cualquier basura que se exhiba como estrella siga removiendo sus miserias en la olla de la televisión excremento de euros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios