El fin de la mascarilla en espacios abiertos fue quizás algo precipitado a la luz de los datos de contagios de lo que llevamos de verano. Hace justo un año, en julio, se impuso como elemento obligatorio y entonces la tasa de incidencia del coronavirus no era tan elevada. Hay medidas que tienen mucho más que ver con el marketing que con la necesidad real o con las evidencias científicas. Tenía que ser el verano sin mascarilla, sí o sí.

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