Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Yo me lo merezco

Hay políticos 'millennials' que, regañones, cabreados e inhóspitos hacen campaña para que no los vote nadie

En épocas de escasez, uno no se merece nada, todo hay que ganárselo, en épocas de aparente abundancia, hay quienes creen merecer todo sin hacer nada. Pese a que el eximio historiador Antonio Domínguez Ortiz se esforzó en enseñarnos lo que valdría hoy el maravedí de los Reyes Católicos, nunca le quedó su valor muy claro a la clase. De lo que sí estoy seguro es de que con 17 años fumaba Peninsulares, unos cigarrillos leñosos que parecían fabricados con la madera calcinada de un incendio forestal. Y de que en la tienda de María la Patas de mi pueblo te daban seis por una peseta.Y de que para comprar un paquete de Chesterfield -22 pesetas de entonces, hoy cuesta 6 euros-, con el que se podía fumar y fardar (porque en los 60' fumando rubio americano se fardaba y se ligaba algo, o sea, casi nada), tenía que pasarme ocho horas cavando las alamedas del Genil. Sin esfuerzo no había chéster. En la Transición, los compañeros de viaje de los partidos obreros tuvimos muy claro, aun sin haber cursado un máster de propaganda electoral, que había que mostrarse agradable, cariñoso y empalagoso para ganarse el voto de una población mal informada, que no había votado nunca y a la que se le quiso hacer creer que los comunistas le iban a quitar las pensiones y el trabajo. Sonreíamos constantemente, elegíamos a una camarada de voz melodiosa para que (montada en su coche, en el que había instalado un megáfono, comprado, al igual que la gasolina, con dinero de su bolsillo), anunciara la buena nueva de que el partido estaba por la reconciliación nacional y el perdón. Esto sí, nosotros no decíamos nada más que cosas buenas de nosotros mismos, seguros de que las malas las decían los otros. Pero los actuales políticos millennials, todos con estudios, algunos profesores universitarios, expertos en comunicación, cuando no les salen las cosas bien, olvidan el abecé de la propaganda electoral y se muestran cabreados, regañones, inhóspitos. Perdiendo votos por un tubo. Son como el poeta que no consigue publicar sus versos en Visor o en Pretextos y, despechado, afirma que él escribe versos para sí mismo. Que no necesita lectores insensibles a sus encantos. Irene Montero e Ione Belarra creen merecérselo todo. Y cuando se equivocan, les da la barraquera, culpan al mundo entero, y hacen campaña para que no las vote nadie.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios