El discurso oficial es que los beneficios de la vacuna de AstraZeneca son mayores que los riesgos que conlleva y que no son mayores a los de cualquier otro medicamento. Y es verdad, pero también es lógico que el ciudadano se lo piense dos veces ahora que hasta el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, ha solicitado que se retire la vacuna apenas horas después de que se haya ampliado hasta los 69 años la ratio para la vacunación. Claro, con estas declaraciones, ¿qué pensarán los miles de granadinos por los que AstraZeneca corre por sus venas? De hecho, cerca del 20% de los andaluces han declinado inyectarse esta fórmula según ha reconocido la propia Junta, lo que podría tildarse de insolidario pero que, en el contexto actual, es al menos perfectamente comprensible porque en el miedo de cada uno no manda nadie, y más con todos los mensajes contradictorios que nos están llegando. Hay mucha, demasiada incertidumbre, y son muchos los que, en la barra de un bar confiesan que si no es con Pfizer o Moderna no se vacunarán. ¿Insolidarios? Puede, pero no tanto.

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