Los millones

Es curioso que todos los años se encuentren los millones para las fiestas y nos falten para sacar a la gente de la pobreza

En Málaga hay una calle con un extraño nombre: Los millones. Quizá en Málaga estén acostumbrados. En Granada no lo estamos, ni al nombre ni a los millones. Quizá por eso no tenemos ninguna calle que se llame así. Sin embargo, últimamente oímos hablar constantemente sobre millones: sobre los más de tres millones de fallecidos en el mundo por el Covid-19; sobre los 2.900 millones de dólares que ha ganado Pfizer de enero a marzo por la venta de sus vacunas.

Incluso oímos hablar de millones propiamente granadinos. El otro día, el grupo municipal de Podemos-IU hacía cábalas sobre cuatro millones de euros. Al tratarse de millones granadinos no se trataba, claro, de cuatro millones que tengamos. Son cuatro millones que el Ayuntamiento no ha gastado por culpa de la pandemia, lo cual no quiere decir que los tenga. De no haber pandemia tampoco los habría tenido, pero los habría gastado de todas formas, aumentando su deuda.

Los de Podemos-IU piden que, ya que no ha sido necesario gastar dinero extra en limpieza por la Semana Santa ni por el Día de la Cruz; ya que tampoco se necesitará para acondicionar e iluminar el Ferial; ya que no se celebró la Cabalgata de Reyes; ya que, entre unas cosas y otras, se han dejado de gastar cuatro millones, que estos se destinen a las necesidades que la pandemia ha creado, mediante ayudas a la industria cultural, el pequeño comercio, los negocios turísticos y las familias más necesitadas. El alcalde responderá seguramente que no puede gastar ese dinero, porque no lo tiene. Pero es curioso que todos los años se encuentren los millones para las fiestas y nos falten para sacar a la gente de la pobreza.

Sería bueno que se extendieran procesos de presupuestos participativos y se preguntara a la gente en qué quiere que se gaste su dinero. Sería bueno por educativo, no porque el procedimiento garantice que el dinero se gaste bien. Rousseau decía que la voluntad general no se equivoca, pero la voluntad general no es la voluntad efectiva de la gente, sino un constructo hipotético: es lo que querría una comunidad política sin grandes desigualdades y educada en preferir el bien común. Quizá el pueblo de Madrid se ha equivocado votando a Ayuso porque no se cumplen esas condiciones. Quizá el que se equivoca soy yo y, en cualquier caso, hay que respetar la elección del pueblo. Pero una decisión equivocada no deja de serlo porque la apoyen millones.

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