Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

A montar el belén

Terminado el belén, te sentías más orgulloso que si hubieras erigido la Alhambra. Dónde va a parar

De pronto, una mañana te levantabas y el salón se había convertido en un almacén. Esparcidos aquí y allá, había cajas de cartón, un montón de periódicos y un rollo grande de papel de embalar; una bolsa con cortezas de árbol, piedras y guijarros cogidos en alguna excursión; un bote de polvos de talco para la nieve y el papel plateado de las libras de chocolate que guardábamos desde principios de curso para hacer el río, un estanque para los patos, rellenar el fondo de las fuentes y hasta, a veces, recortar estrellas y pegarlas en un lienzo azul oscuro que hacía de cielo. Y fixo, mucho fixo para pegarlo todo y que aquella estructura algo inestable aguantara hasta Reyes.

Abrir cada caja era como desvelar un secreto oculto en el viejo desván de una mansión campestre. Nunca recordábamos en cuál de ellas estaban los pastores o dónde los Reyes o el Misterio. Un año es un ensayo de la eternidad en la mente de un niño. Y de pronto, iban surgiendo de aquellos envoltorios de papel que nos recordaban noticias atrasadas, una a una, todas las figuras. Por algún motivo, nunca aclarado, era tradición que la del rey Herodes quedara siempre empaquetada con una hoja de la sección de Sucesos. Sin duda, por su pasado criminal. A los Reyes Magos, quizá algún año se les guardara cuidadosamente envueltos con las crónicas internacionales y a los pastores entre las del campo. Pero no podría afirmarlo. Lo que sí recuerdo es lanzar, tras volver del colegio, supongo que imbuido de cierto espíritu justiciero, la figura del rey Herodes contra la pared “por querer matar al Niño Jesús”. Menos mal que mi padre siempre fue muy detallista y lo recompuso casi a la perfección pues, aunque nunca se recuperó parte de la base, ahí sigue.

Y a montar el belén todos juntos. Desenvolver un pastorcillo o una lavandera y después un alfajor o un mantecado, que no sólo de pan vive el hombre. E ir colocando, primero el Misterio y después, uno a uno, los romanos en el castillo, la Anunciación, los Reyes y los pueblos de corcho, combinando con ellos a los pastores e intentando respetar cierta perspectiva. Desafío jamás conseguido. Ningún belén es digno de respeto si no hay una figura más grande que su casa. Pero daba igual. Porque terminado el belén, te sentías más orgulloso que si hubieras erigido la Alhambra. Dónde va a parar. Porque justo ahí, en ese pesebre, y sólo en unos días, iba a nacer el Niño Dios. Feliz Navidad.

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