UN debate sobre el estado de la ciudad debe ser un punto de inflexión para que tanto gobierno como oposición repasen los logros, analicen las carencias, reconozcan los errores y traten de hallar punto de acción comunes. Esta teoría, sin embargo, no tiene prolongación en la práctica, y la reflexión se pierde por lo general en una égloga del alcalde arropada únicamente por sus fieles y un agrio intercambio de reproches entre el equipo de gobierno y la oposición. Ojalá este año cambie la tendencia pues Granada arrastra numerosas carencias en tráfico, urbanismo, cultura o limpieza. Todo acompañado por una crisis económica que ha hecho tiritar los presupuestos y con una gestión muy discutible por más que esté arropada por el voto mayoritario de un censo electoral prácticamente inamovible. El gobierno se adormece con la garantía de sus votantes, y la oposición se agita con fe pero sin proyecto alternativo. Hay que debatir.
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