En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

El nuevo telepredicador

Ahora que se cumplen 40 años del nacimiento de los ayuntamientos democráticos, uno echa la vista atrás y, aunque era sólo un niño entonces, he de confesar que me impactó el recuerdo de aquella campaña electoral de políticos de raza, de esos para los que las ideas eran su religión y que llegaban para servir al pueblo -la mayoría, porque estoy convencido de que a partir de entonces empezaron algunos a pensar que también se podrían servir del pueblo-. No digo que ahora no haya políticos de raza que continúen siendo fieles a sus ideas, pero es otra cosa. A la política la han ido desprestigiando los propios políticos. Antes, por ejemplo, no se estilaba tanto -o algo menos- eso del político profesional que se ve obligado a tragar lo que no comparte del partido y dejarse abofetear la otra mejilla para mantenerse en este noble arte del que si sacas un poco los pies del tiesto desafiando al aparato -al de tu partido, me refiero- pues ya sabes lo que te espera.

Acabas con el cuchillo clavado en la espalda, en un acto que ya se estilaba en la época de los césares antes y después de Cristo acompañado por la lapidaria frase "Roma no paga a traidores". O igual tienes suerte y hasta acabas resucitando cuando nadie daba un euro por ti, gracias a los giros políticos que da la vida, hasta acabar en un puesto saliente al Congreso, al Senado, al Parlamento andaluz...o donde sea. Casos de esos los conocemos todos. El que se pica ajos come, le diría a quien lea esto y se vea reflejado, mientras que a otros les aconsejaría que cuando vean las barbas de vecino cortar, pongan las suyas a remojar.

En fin, que me desvío de lo que hoy quería hablar. Quería referirme a los nuevos telepredicadores, que no son otros que...voilà, sí, nuestros políticos. Los nuevos tiempos digitales que corren han facilitado que se disfracen, no sólo de showmans apareciendo en televisiones y demostrando que bailan, cantan y hasta que hacen como nadie el pino con las orejas si hace falta para que se hable de ellos -ya se lo ordenaba Alfonso Guerra a los suyos: "que hablen de nosotros bien o mal, pero que hablen"-. Los nuevos tiempos de la era digital también han facilitado que acaben convirtiéndose en telepredicadores a través de las redes sociales para venderte la felicidad a cambio de tu voto. Te conectas a Facebook y allí está él o ella prometiéndote lo que quieres escuchar; haces lo propio con Twitter, y más de lo mismo. Es la vía perfecta para comunicarse con el votante. No hay mediación periodística que ensucie, según ellos, el mensaje. Sí, porque por desgracia, un buen número de políticos hacen bueno eso de que se cree el ladrón que son todos de su misma condición y miran con el colmillo retorcido a aquellos periodistas que creen no afines, hasta que llega la campaña y...voilà, pelillos a la mar.

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