Una perra gorda para los chichones

El médico era un señor que tu madre llamaba de higos a brevas porque casi todo se curaba con remedios caseros

En mis tiempos de niño no se iba tanto al médico. El médico era un señor que tu madre llamaba de higos a brevas, cuando ella no podía atajar tu fiebre o te pegabas un calamonazo que necesitabas puntos de sutura o una potente escayola. Lo demás todo se curaba en casa. Había remedios caseros que te dejaban como nuevo. Yo recuerdo algunos, pero seguro que ustedes se acuerdan de más. Si te picaba una avispa, el barro o el cieno untados no permitían la inflamación. La pasta de dientes servía para las quemaduras, la cebolla partida sobre la mesita de noche para la tos y el cabo de un geranio o una cerilla untada en aceite para los bebés estreñidos. El papel de estraza con aceite en el pecho hacía de vick vaporub. Cuando los niños tenían tosferina las madres los llevaban al puente más cercano sobre una vía del tren porque el vapor que soltaba la máquina era bueno para atajar la enfermedad. Eso decían. Si tenías un orzuelo o las legañas no te permitían abrir los ojos, la manzanilla era buena y si te dolía una muela, te daban una copa de coñac para que mantuvieras un rato el líquido sobre la pieza dental dañada. Como antes la caries era corriente y había que recurrir mucho al coñac, pillabas unas jumeras de tres pares de narices. Lo mismo que cuando te daban de beber una yema de huevo en vino blanco para evitar la desnutrición. El limón y la miel iban bien contra las ronqueras y si a un niño le dolía los oídos unas gotas de leche materna iban de puta madre. Si te aporreaban en la frente tu madre cogía una perra gorda y te la sujetaba con un pañuelo anudado a la cabeza para evitar que te saliera un chichón. Eran las heridas de guerra. Para las verrugas estaba la leche de los higos y el limón con bicarbonato para los dolores de barriga. Eso sí, antes tu madre te frotaba con su saliva la parte dañada. ¡Qué gran medicamento la saliva de las madres! Si te quemabas en verano, como no se había inventado todavía el Nivea, había que dar friegas con un mejunje hecho a base de aceite, vinagre y limón. Una vinagreta, vaya. En fin, que añoro esos tiempos en los que apenas se iba al médico. Y ahora perdónenme que les deje. Tengo que llamar para concertar otra cita médica. Ayer estuve en el urólogo y el viernes me toca otorrino. Antes tengo que ir a hacerme un análisis de sangre. Lo llevo fatal.

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