Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
LA polarización es una ruleta rusa: siempre hay riesgo de que la bala acabe por reventarte el esfenoides. Pero quienes hacen del populismo, el frentismo y el bloquismo las herramientas básicas de su acción política siempre confían en que el giro del tambor se detendrá en una recámara vacía.
En España hay dos actores políticos –PSOE y Vox– que aunque parezcan antagónicos tienen el mismo fin: retroalimentarse en el actual statu quo.
Por eso Pedro Sánchez dijo para obtener la confianza del Congreso y volver a ser investido hace casi dos años que alzaría un muro, supuestamente para impedir que la ultraderecha triunfase con sus “ataques recurrentes a los valores de la España democrática y también constitucional”. Pero el muro se alzó para incentivar la división en bloques de la sociedad española y fomentar el enfrentamiento. Basta ver que el único que vulnera la Constitución sin consecuencia alguna es el poder Ejecutivo que preside. Por ello, además, casi un año después, dijo ante el Comité Federal del PSOE que gobernaría “con o sin el concurso del poder Legislativo”, para vaciar de contenido a las Cortes Generales y evitar que sus socios impidan que siga en el poder: su único objetivo: y por razones de interés personal.
El segundo actor político que usa las mismas herramientas es Vox. Santiago Abascal siempre sale en su auxilio cuando Pedro Sánchez parece estar contra las cuerdas. Por eso en su discurso político ataca con la misma o más virulencia al PP que al Gobierno.
Juntos hacen pinza, porque a ambos les conviene bloquear la alternancia. Sánchez conserva el poder y Abascal mantiene su chiringuito y las transferencias de capital a la fundación ligada al partido que él controla. Esa pinza aprieta hace semanas con más fuerza, porque el calendario electoral está cerca de reiniciarse. Como tarde, el 15 de marzo.
El PP de Alberto Núñez Feijóo no ha logrado zafarse de esa pinza polarizadora: es el objeto de la presión, de hecho.
El líder del PP no supo ver en julio de 2023 –y parece no haberse enterado aún– de que la salida es la que su partido logró en Andalucía en 2022: dejar claro al electorado que quiere la alternancia pero no a la ultraderecha, desde el centroizquierda a la derecha, que la única forma de librarse de los dos actores políticos que polarizan es hacer fuerte a la opción moderada de centro-derecha. Algo que tampoco comprende Isabel Díaz Ayuso: porque España no se comporta como lo hace Madrid. La ruleta rusa de la polarización hará el resto.
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