La tribuna

carmen Pérez

La pirámide convulsionada

CADA uno de nosotros debería aspirar a alcanzar la cúspide de la pirámide de Maslow. Esta famosa imagen creada por este psicólogo estadounidense establece la jerarquía u orden en el que las necesidades humanas deben satisfacerse, subiendo los escalones desde la parte inferior y más ancha, ocupada por las necesidades humanas básicas o fisiológicas, como respirar o comer, hasta la autorrealización o necesidad de ser, superando los peldaños sucesivos relacionados con la seguridad, la afiliación, y el reconocimiento. Hoy en día, en las sociedades occidentales, el denominado Estado de bienestar desempeña, nos guste o no, un papel fundamental en facilitar este desarrollo vital, disponiendo de un importantísimo presupuesto para ello.

Las cifras nos dan cuenta de la magnitud del cambio en España como Estado de bienestar en estos últimos decenios. En 1980 el gasto público ascendió a 30.066 millones de euros (31,16% del PIB) frente a los 463.041 millones de euros en 2015 (45,40%). Desde 1980 no paró de crecer hasta 2010, con 493.865 millones de euros (45,80%), pero tras la crisis experimentó un ligero retroceso hasta 2012; volvió a elevarse en 2013, alcanzando la mayor cifra de gasto público de la historia, 500.071 millones de euros (48% del PIB), y descendiendo estos dos últimos años hasta los datos actuales ya indicados, y que han supuesto un decremento del 7%.

Este creciente gasto público ha conseguido que desde 1980 la población en su conjunto haya experimentado una mejoría importantísima en sus condiciones de vida. Hace unos pocos años las necesidades fisiológicas y de seguridad las dábamos por superadas y, aunque seguían persistiendo en determinados colectivos, la gran mayoría pudo ir escalando puestos más altos en la pirámide de Maslow. Pero la crisis la mermó y trastocó su orden lógico, dándose, por ejemplo, la paradoja de personas que no tienen para comer pero que disponen de una asistencia sanitaria pública de primera calidad. O que no puedan afrontar la factura de la luz pero que tienen a su hijo estudiando ingeniería en la ciudad o en el conservatorio de música del pueblo. También se bajaron niveles dramáticos con la pérdida del empleo, al dañarse la autoestima o el sentido de pertenencia, aunque no se perdieran los niveles de subsistencia. Tampoco consuela mucho poder disfrutar de los mejores museos del mundo si no se llega a final de mes.

Esta convulsión en la cobertura de las necesidades también se ha visto reflejada claramente en la evolución de la obra social de las cajas de ahorro. Desde su origen, cuando estaban dedicadas fundamentalmente a beneficiencia y atención de las necesidades más básicas, se fue transformando al introducir objetivos que apuntaban a nuevos y más altos deseos de la población, como formación, exposiciones, conferencias, restauración del patrimonio artístico, apoyo a equipos deportivos y actos culturales de todo tipo. Su gestión privada posibilitó que de nuevo en estos últimos años la actividad se reorientara con rapidez, y se volviera a volcar en bancos de alimentos, comedores y ayudas a familias necesitadas, frente a las instituciones públicas, que han sido más tardías en reaccionar y en comprender que la atención de las necesidades de la base de la pirámide de Maslow debe ser siempre un objetivo prioritario e inmediato.

Pero el Estado de bienestar no ha sido en absoluto desmantelado. Pese a las innumerables necesidades básicas que se desataron, pese a las incesantes prestaciones a causa del desempleo, pese a la caída radical de los ingresos de una economía altamente deteriorada…No nos dejemos engañar, ni la corrupción ni el rescate bancario sino el sostenimiento del Estado de bienestar es lo que explica el aumento descomunal de la deuda pública. Muchos alegan que podría haberse hecho más en favor de la población, y reclaman sin pensar mayores aumentos del gasto, pero no olvidemos que los intereses de una deuda creciente pueden aniquilarnos, cuando además no siempre vamos a tener una política monetaria europea tan benefactora.

Conseguir que todos recuperemos, y mejoremos, el lugar que ocupábamos en la pirámide de Maslow antes de la crisis precisa crecimiento que genere empleo. El empleo consigue que cada uno cubra dignamente sus necesidades básicas, gane en autoestima y autorrealización, y además contribuya a la viabilidad de todos los logros -sanidad, educación, pensiones, prestaciones sociales,…- que el Estado de bienestar tiene establecidos. No hay otra solución. Así que, como advirtió Hamilton en El Federalista, prevención contra los que actúan como "defensores fervorosos de los derechos del pueblo, despreciando el celo por la firmeza y la eficacia del Gobierno. La Historia nos ha enseñado que casi todos los hombres que han derrocado las libertades empezaron su carrera cortejando servilmente al pueblo: se iniciaron como demagogos y acabaron tiranos". Y entonces, serían todas las necesidades de la pirámide de Maslow, incluso las de su base, las que quedarían insatisfechas.

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