Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

No se puede engañar a todos

Si en España aguantamos las mentiras de Sánchez, en Europa se rechaza la compra-venta del poder

Un Sánchez demudado ha tenido que escuchar de diversos parlamentarios europeos lo mismo que se le reprocha en España: la mentira. No tuvo el día anterior la valentía de soportar en el Parlamento español el debate sobre la Amnistía, aprobada tras los primeros pagos a los insaciables socios –el referénedum está a la vuelta–, enemigos acérrimos de la Constitución, el Estado de Derecho y sus instituciones básicas, entre ellas las judiciales. La portavoz de Junts, el partido de Puigdemont, protagonista de esta legislatura, ha aprovechado la ocasión para atacar, con nombres y apellidos, a jueces y fiscales que sentenciaron a los delincuentes del procés, ataque que el grupo socialista no se atrevió a responder porque su jefe acepta la humillación que el prófugo de Puigdemont –con quien se entrevistará en el extranjero- impone como parte del precio del pacto chantajista, donde la amnistía es sólo el comienzo, vigilado en Suiza por un verificador salvadoreño.

Sánchez trata de justificar sus humillaciones a las exigencias de los independentistas y hasta a los herederos de ETA –a los que ha dado la alcaldía de Pamplona- para formar un muro ante la derecha y la extrema derecha, como si fueran lo mismo. No creo que media España piense esa barbaridad de colgar a don Pedro de los pies, como dice el impresentable Abascal. Con estas cuentas diríamos que los socialistas que dan a Bildu la alcaldía de Pamplona, son filoetarras, o los pactos con independentistas catalanes significan la conversión del PSOE –¿o sí?– a la causa supremacista. Sin olvidar a otros socios de derecha, como son el partido fundado por el racista Sabino Arana. Al Bildu del etarra Otegi es difícil considerarlo ‘progresista’ –como ha dicho el ministro de Transportes–, palabra de celofán con la que envolver mentiras.

Aunque Sánchez ha convertido la mentira en una cínica forma natural de hacer política, no siempre es posible engañar a todos. Ha ocurrido en el Parlamento Europeo, donde ha sido abucheado por parte de la Cámara, y, perdida la compostura, ha insultado al presidente del grupo Popular Europeo que le afeaba su cambio de postura en el tema de la amnistía, sólo por el interés personal de obtener los votos de Puigdemont, tachándole de casi neonazi al preguntarle si estaría dispuesto a poner el nombre de las calles de Berlín a representantes del Tercer Reich. Insulto impropio de un presidente rotatorio de la UE y que, con una chulería impropia en Europa, abandonó la sala sin escuchar la respuesta del insultado. En España, donde vivimos momentos graves para nuestra convivencia democrática, soportamos estas actitudes. ¿Las soportará Europa?

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