
Rosa de los vientos
Pilar Bensusan
Y ahora la UGR
Notas al margen
El aterrizaje estelar de María Jesús Montero en Andalucía acalló las voces críticas del partido, aunó voluntades y puso a todos a trabajar. Pero aquella ilusión quedó sepultada por la corrupción. El proyecto se ha estrellado antes de despegar. En el PSOE nadie recuerda un momento tan delicado. Cuando cayó el Gobierno de Felipe, gobernaba Andalucía y muchas diputaciones. Hoy, si nadie se atreve a dar por muerto a Sánchez es porque ya lo estuvo antes y resucitó. Ningún otro político aguantaría esta agonía. Pero con el pragmatismo sin alma que le caracteriza, ahora intenta desviar el foco al oponerse al 5% que exige Trump a los socios de la OTAN, con un marco mental de tensión simple: ¿guerra o pensiones?
Lanzar a sus ministros a la conquista de las autonomías ha sido un fracaso al trasladar los escándalos a las distintas comunidades. Sólo Salvador Illa logró su objetivo tras pasar por Sanidad y tal vez eso le llevó a pensar a Sánchez que sería pan comido para todos. No calculó bien. Montero no puede dar un paso sin que le pregunten por Cerdán, Ábalos y Koldo. Casi no le quedan manos de tanto quemárselas, y al final va a resultar que nadie conocía a nadie en el PSOE, como en el mundo virtual en que vivimos. Con tantos frentes abiertos no puede capear el temporal y menos si está a la una y media de la tarde en Madrid pidiendo perdón en un congreso de CCOO y cuatro horas más tarde en Sevilla para inyectar ánimo a su ejecutiva y hablar de Andalucía. Precisamente, lo que necesita Montero es un relato andaluz certero y creíble: que cale hondo y ponga nervioso al rival. Pero le absorbe tanto su papel de escudera de Sánchez, que a veces, al bajar a Andalucía, se olvida de quién es realmente y sigue hablando la número 2 del PSOE, como si siempre estuviera salvando a su líder de la oposición. Aquí, lo que se espera de ella es que se pronuncie como la primera de los socialistas andaluces, con un tono sereno y un discurso propio pegado a su tierra. Justo el que exhibe Illa, el hombre tranquilo: “Si alguien piensa que Cataluña siendo la quinta parte de España, debe permanecer silente, se equivoca”. El líder del PSC sostiene en la entrevista que hoy publica este Diario que “la singularidad fiscal no es un privilegio”. Reclama casi lo mismo que ERC y Junts, pero sin altanería. Illa, al que ni Puigemont le altera el pulso, sabía que el electorado le haría pagar tanta humillación. Lo tuvo claro desde el primer día, se alejó del discurso radical, lanzó la caña por el centro y esperó su día. Más difícil es saber qué quiere el PSOE andaluz. Montero convive con la ubicuidad mental. Como ministra intenta satisfacer las demandas de sus socios, y como candidata a la Junta defiende Andalucía. ¿Encontrará su propio camino o será arrastrada por el sanchismo?
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